Este recibe varios correos de sus lectores. “Buhito, no te olvides que prometiste seguir con que viste en tu vida, esperamos otra lista para el sábado”. No soy de los que lanzan falsas promesas. Recuerdo el de Phil Collins (1995), la primera megaestrella que no le tuvo miedo a Sendero y llegó con dos aviones de carga para dar un concierto idéntico al de su tour mundial, con un Estadio Nacional repleto que disfrutó con asombro de un espectáculo de primer mundo. También el de Roger Waters (2007), Paul McCartney (2011 y 2014) y The Rolling Stones (2016). Lo prometido es deuda, así que continúo con mi lista de conciertos inolvidables:

HÉCTOR LAVOE (1986): Solo un ícono de la música popular como Héctor Lavoe pudo llenar y poner en ebullición en seis ocasiones las frías noches de agosto en el inmenso auditorio del ‘Gran estelar’ de la Feria del Hogar, en San Miguel. En Lima, el ‘Cantante de los cantantes’, ya alejado de Willie Colón, tocó con varios músicos de Nueva York y borró su mala fama de impuntual para convertirse en el ‘Rey de la puntualidad’, al empezar a las ocho de la noche en punto, impecable con pantalones blancos y polera celeste. Sus shows constituyeron el récord de récords de ese recinto y el del epílogo fue el acabose -recuerdo al desaparecido poeta Rodolfo Hinostroza, a mi costado, solo, con una sonrisa de niño y una chata de ron en la mano-, pues se calcularon 120 mil asistentes. El ‘Chim Pum, Callao’ nunca sonó más fervoroso que aquella inolvidable noche.

CARLOS SANTANA (1995): En un Estadio Nacional repleto se congregaron 45 mil abuelos, hijos y hasta nietos. Todos tenían una historia que contar. Los abuelos hacía 24 años eran adolescentes y se quedaron sin ver a una de las estrellas del rock mundial tras su participación en Woodstock, porque el gobierno militar de Velasco y los ultraizquierdistas de San Marcos los botaron. Los hijos y nietos asumieron esa espina clavada que por fin se la sacaron con un músico que sabía que su nombre era leyenda en el país y no defraudó. ‘Oye cómo va’, ‘Samba pa ti’, ‘Black magic woman’ y ‘Jingo’ fueron de las más coreadas en una noche en la que no se prendían celulares como hoy, pero sí ciertos ‘puchitos’ que causaban resquemores entre los pocos policías que custodiaban el concierto. Por tres horas se vivió verdadera ‘paz, música y amor’.

The B-52’s (2009): Tres generaciones tuvieron que pasar para que los veamos en una tribuna norte del Estadio Nacional y así gozar de uno de los conciertos más divertidos de nuestras vidas. La banda de Georgia, en medio de una noche donde flotaban langostas gigantes por el aire, nos devolvieron a aquellos años locos de los ochenta y noventa con himnos hipnóticos como ‘Private Idaho’, ‘Party out of bounds’, ‘Rock lobster’, ‘Love shack’ o ‘Roam’. Los años ya habían pasado por estos chicos originarios de la ciudad de Athens -Fred ya estaba tío y Kate y Cindy lucían gorditas-, pero no habían perdido una pizca de esa magia desquiciante que cautivó a los privilegiados asistentes, quienes tuvieron como aperitivo adicional a los míticos ‘New York Dolls’ de David Johansen y Sylvain Sylvain como teloneros. Sencillamente alucinante.

AEROSMITH (2011): Una banda de culto. Estos dinosaurios del rock llegaron tres veces a Lima, pero la primera, en la explanada del Monumental de Ate, fue la mejor. Los dirigidos por Steven Tyler no se rindieron con tantas contemplaciones al público adicto a sus baladitas, tipo ‘I don’t want to miss a thing’ (la de ‘Armageddon’) y presentaron un setlist equilibrado, sin chocar con sus seguidores antiguos y fieles de sus épocas de hard rock y blues, en canciones como ‘What it takes’, pero dándoles caramelitos a su afición reciente que conoció al ‘jetón’ vocalista con hits como ‘Crazy’ en adelante. Sin duda, unos históricos que remecieron Lima aquel sábado de mayo. Apago el televisor.

NOTICIAS SUGERIDAS

Contenido GEC