Este se indignó al ver en el noticiero a la familia del policía estallar en llanto, quebrarse, enlazarse en el dolor y la desesperación cuando escucharon el dictamen de la Tercera Sala de Apelaciones de Piura, que confirmó los siete meses de prisión preventiva para el efectivo que, en un operativo de reglamento, ante una alerta de robo, abatió a un delincuente, quien ya registraba antecedentes criminales.

Este caso se convirtió en emblemático, ya que, increíblemente, al cómplice del fallecido, quien reconoció que estaba robando, se acogió a la terminación anticipada y ¡lo dejaron en libertad! Al darse a conocer este caso, el país estalló de rabia. Hizo bien el ministro del Interior, Carlos Morán, un policía de calle, en salir al frente y enviar toda la ayuda legal de la institución.

La pregunta que nos hacíamos era la siguiente: ¿Qué está pasando por la cabeza de algunos jueces y hasta fiscales? Porque este no es el único caso en que, de manera inaudita, sus sentencias y acusaciones favorecen a los delincuentes y condenan a los ‘defensores del orden’.

Indigna más porque el país está tomado por la inseguridad. En costa, sierra y selva, la criminalidad ha sobrepasado todo límite. Las mafias y la delincuencia común han capturado hasta alcaldías provinciales, gobiernos regionales y eso en las altas esferas, ni qué decir de la extorsión, el sicariato, el tráfico de terrenos, la minería ilegal, la trata de personas, prostitución infantil y narcotráfico.

Contra todo ello tiene que luchar una institución como la actual Policía Nacional. Resulta paradójico que justo cuando jueces y fiscales en Piura envían a un agente a una casi muerte segura en un penal para delincuentes comunes, por el solo hecho de cumplir con el deber, como le inculcaron en su escuela, en Ayacucho, un joven efectivo, Joel Martínez Carrasco, de 22 años, murió de un balazo en la cabeza por delincuentes que habían robado un celular y una billetera en un parque.

¿Cómo se va a sentir la familia policial si en una semana a un joven policía lo meten a la cárcel con presos compinches del ladrón que abatió y a los pocos días otro agente es asesinado por otros hampones? En el peor momento de inseguridad ciudadana en el país, el Poder Judicial y el Ministerio Público no pueden mostrarse tan insensibles y obtusos para impartir justicia. La ciudadanía está indefensa ante los malditos hampones. Estos ya no respetan nada. En un parque de Surco, una pareja de padres con bebitos y niñitos son encañonados para robarles. En el Callao mataron a un ama de casa que no se dejó arranchar la cartera. Estos dictámenes solo envalentonan a los ‘marcas’ que balean a cambistas o asaltan a clientes al salir de los bancos. Excitan a los miserables ‘raqueteros’ que pululan por todas las calles de Lima en moto, autos o mototaxis a la caza de inocentes víctimas para arrastrarlas por una cartera o un celular. Provocan a los malditos extorsionadores o falsos colectiveros. Es miel para los malditos violadores.

Este columnista finaliza con una confesión. Tengo familiares en la institución. Padres de mis mejores amigos son policías ejemplares, condecorados y han sido siempre un ejemplo para mí. Arriesgaron la vida en las peores épocas del terrorismo por su insignia y viven ajustados ahora por las bajas pensiones, que algunos ministros y funcionarios del Gobierno todavía se las pretenden reducir. Ellos están orgullosos de su accionar, de haber servido a la patria, como el comisario ‘Limeñón’, muy querido en el Callao y San Miguel. Mi posición es firme y creo, como la mayoría en este país, que ¡estamos con la Policía Nacional, no con los miserables delincuentes!

Apago el televisor.

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