Este , en vísperas del Día del Periodista, ingresa al ‘túnel del tiempo’ y recuerda aquellas películas que tienen como punto argumental el trabajo de los hombres de prensa. Aquí algunas, cuyas imágenes mantengo incólumes en mi videoteca cerebral.

EL AÑO QUE VIVIMOS EN PELIGRO (1982): Una pareja de australianos que daría que hablar. El director Peter Weir y un jovencito Mel Gibson, antes de que fuera tragado por la maquinaria hollywoodense después de ‘Mad Max’. La trama se sitúa en Indonesia, en 1965. El gobierno del general ‘progresista’ Sukarno está jaqueado, por un lado por el Partido Comunista Indonesio, el más poderoso de Asia después del chino, con más de seis millones de afiliados, y por el otro, por una facción ultraderechista de parte de la cúpula militar. El mundo sabe que habrá una revolución que derribará a Sukarno, pero es una incógnita saber si será comunista o militar. Decenas de corresponsales de todo el mundo están en Yakarta a la caza de primicias. Un novato reportero australiano Guy Hamilton (Gibson) llega a la ciudad, no tiene contactos y es ninguneado por sus colegas. Hamilton no es cínico ni fanfarrón como otros, es un periodista honesto y es ‘escogido’ por un enanito, que es un intrépido fotógrafo local, carismático y engreído por los corresponsales extranjeros: Billy Kwan (extraordinaria actuación de Linda Hunt, que le valió el Óscar haciendo de hombre). De la mano de Billy, quien le abre todas las puertas, Guy logra las mejores ‘pepas’. Pero lo más importante, le presenta a su amiga Jill Bryant, la guapísima secretaria del embajador británico y la mujer más deseada por los corresponsales. Esos dos ‘cachorros’ inician una relación promovida por el titiritero Billy, pero Guy, en su ambición, traiciona a Jill, quien le revela en forma ultraconfidencial que la embajada detectó que los chinos comunistas estaban armando al Partido. Ella le pide guardar el secretito, pero Hamilton prefiere la noticia que el amor y lanza la información que, en la ficción de Weir, desencadenará el sangriento golpe militar del general derechista Sukarno. La historia cuenta que más de dos millones de militantes comunistas fueron aniquilados. Con una banda sonora espectacular a cargo de Vangelis, ‘El año que vivimos en peligro’ es un clásico de clásicos y una de las favoritas de este columnista.

TODOS LOS HOMBRES DEL PRESIDENTE (1976): El director Alan Pakula se basó en los periodistas del Washington Post, Bob Woodward y Carl Bernstein, sobre su histórica investigación del chuponeo telefónico a las oficinas del Partido Demócrata en el complejo Watergate y que después de investigaciones, amenazas del propio presidente Richard Nixon al dueño del diario y los periodistas, terminó con la deshonrosa renuncia pública de Nixon, con lágrimas en los ojos, a la Presidencia. Notables las actuaciones de Robert Redford como Woodward y Dustin Hoffman como Bernstein. Son admirables el temple y las agallas de ambos periodistas para introducirse en el interior de las mismas fauces del poder para llegar a la verdad. Claro, ambos contaron con un topo, un hombre de muy adentro del aparato del poder, quien les sirvió de informante y al que ellos solo denominaron ‘Garganta profunda’ y nunca revelaron su nombre. Solo varias décadas después y al borde de la muerte, ‘Garganta Profunda’ decidió revelar su identidad en una entrevista a la revista Vanity Fair: se trataba de Mark Felt, nada menos que el ¡segundo director asociado del FBI! ‘Todos los hombres del presidente’ es una de las películas favoritas de un ‘tigre’ del periodismo de investigación, Miguel Ramírez.

TINTA ROJA (2000): Muy buena adaptación de Francisco Lombardi de la novela del chileno Alberto Fuguet. Impresionante la actuación de Gianfranco Brero como ‘Faúndez’, el indescriptible jefe de policiales del diario sensacionalista ‘El Clamor’. Alonso (Giovanni Ciccia) es un estudiante de periodismo de una clase media venida a menos, que desea ser escritor pero tiene que conformarse con hacer prácticas en ‘El Clamor’, en el área de policiales, con un ‘bravo’ de la crónica roja como Faúndez, quien se convierte en una suerte de poeta Virgilio de ‘La divina comedia’ y lo guía por los extramuros de la ciudad en busca de noticias, cadáveres y otras miserias humanas citadinas que de una u otra manera, le cambiarán la forma de ver el periodismo y, sobre todo, la vida. Apago el televisor.

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