Este Búho celebra hoy los 70 añazos del gran Charly García. Debo confesar que su música ha marcado etapas muy importantes en mi vida. Por eso escribo esta columna con una emoción especial, desde el corazón.

Lo descubrí cuando era un muchachito ‘libre e indocumentado’ y vivía mi adolescencia sin preocupaciones, más bien sumergido en libros, revistas y hacía mis primeros trazos sobre el papel. Eran esos salvajes años 80. El Perú se desangraba por el terrorismo de Sendero Luminoso, que pronto tocaría las puertas de Lima.

Entonces para muchos chiquillos de aquellos años, un buen refugio era la música en su vertiente más honesta y frontal: el rock. Y fue Charly su exponente más aclamado, popular y querido. Llegaba desde una Argentina que salía de la dictadura de Rafael Videla. Nunca olvidaré la vez en que, desde una vieja radio Sony, escuché ‘Demoliendo hoteles’: ‘Yo fui educado con odio/ Y odiaba la humanidad/ Un día me fui con los hippies y tuve un amor y también mucho más/ Ahora no estoy más tranquilo/ ¿Y por qué tendría que estar?/ Todos crecimos sin entender/ Y todavía me siento un anormal’. Entonces el hombre de bigote bicolor llegó para quedarse en mi vida.

La biografía de Charly García es tan fascinante como su propia música. Nació en el seno de una familia de clase alta argentina. Antes de gatear siquiera, ya investigaba los sonidos de su piano de juguete y se ensimismaba con la música clásica. Era un niño educado, creyente en Dios, muy obediente y correcto con los modales propios de su escala social. Destacó en sus clases de piano del conservatorio. Su madre, quien trabajaba como productora radial, tenía como amiga a Mercedes Sosa, quien siempre llegaba a casa y en una de esas visitas descubrió que el pequeño Carlitos tenía la virtud de uno en un millón, la del oído absoluto. Adolescente descubrió a The Beatles, que hicieron ¡¡boom!! en su cabeza de genio. Desde entonces su percepción sobre la música cambió y también su actitud ante la vida.

Sus locuras empezarían en el servicio militar, cuando harto de ese lugar se le ocurrió pasearse con un muerto por el piso de los oficiales de alto rango. “Me fui a la cafetería y pedí dos Coca Colas, una para mí y otra para mi acompañante, quien no la tomó”, confesó alguna vez entre risas.

Entonces fue diagnosticado con neurosis histérica, personalidad esquizoide. En ese claustro escribió la canción que años después lo lanzaría a la fama con su agrupación de folk acústico Sui Generis, junto a Nito Mestre, ‘Canción para mi muerte’: ‘Hubo un tiempo que fue hermoso/ Y fui libre de verdad/ Guardaba todos mis sueños/ En castillos de cristal/ Poco a poco fui creciendo/ Y mis fábulas de amor/ Se fueron desvaneciendo/ Como pompas de jabón/ Te encontraré una mañana/ Dentro de mi habitación/ Y prepararás la cama para dos’.

El 85, en pleno furor de su música, llegó al Perú para cantar en la legendaria ‘Feria del Hogar’. Para eso ya había publicado su famoso trabajo ‘Clics Modernos’ (1983) y con el que se haría una estrella en Latinoamérica y el Perú. Temas como ‘Nos siguen pegando abajo’ y ‘Estoy verde’ sonaron hasta el hartazgo. Pero dentro de toda esa alegría musical hubo un tema desgarrador, ‘Los dinosaurios’, en el que aborda un asunto doloroso, expresado con desgarro y rabia: La letra habla sobre los desaparecidos por la dictadura militar. Con ese repertorio y el de ‘Piano bar’ llegó a Perú, con un Fito Páez chibolito en los teclados.

Fue un concierto memorable. Estuve en primera fila aquel 28 de julio de 1985. Charly García salió y dijo: “Me pidieron que salga con la bandera del Perú. Nooooo. Eso no es. Feliz independencia, locos, que les dure”. En los previos de ese concierto se hizo muy amigo de nuestro exponente Miki González, con quien colaboró en uno de sus discos. Pronto desde el extranjero llegarían noticias de sus locuras y escándalos, provocados tal vez por su consumo excesivo de drogas y alcohol.

En el 96, su colega y amigo Andrés Calamaro lo acusó de ‘partidor’, pues durante la grabación del disco ‘Say no more’, en el que Charly trabajó con Mónica, pareja del ‘Salmón’, estos habían tenido sus ‘cuchos’. Desde entonces se declararon enemigos a muerte.

En otro momento, una mañana del 2000, se lanzó hacia una piscina desde el noveno piso de su hotel. No sufrió ni un rasguño. En el 2006 se agarró a golpes con su sonidista, quien noqueó al flaco de un zurdazo. Más de una vez, por sus constantes crisis nerviosas, terminó preso. Sin embargo, nada de ello opacó la genialidad de ese loco lindo que musicalizó gran parte de la vida de este humilde columnista. Feliz cumpleaños, Charly.

Apago el televisor.

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