El Búho, el columnista más leído del Perú. Todos los días, en Trome.
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Este Búho tuvo en sus manos un libro del laureado escritor cubano Guillermo Cabrera Infante (Gibara 1929-Londres 2005) a inicios de los ochentas, en la Universidad de San Marcos. Mi amiga de Literatura, Emperatriz, que se ‘cachueleaba’ vendiendo libros y se casó después con el escritor Gregorio ‘Goyo’ Martínez, me dijo: ‘A ti que te gusta guarachear, te va a encantar’. Era la novela ‘Tres tristes tigres’(1967).

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‘Pero fórralo con papel blanco. Es un libro odiado por los ultras que consideran a Cabrera un ‘gusano’ porque es un crítico de Fidel y de cómo conduce la revolución’. Todas las tardes lo leía en el vacío estadio sanmarquino, pero lo disfrutaba más en la sala de la casa de mi abuelita Raquel, poniendo en su radiola sus viejos discos de la Sonora Matancera, de boleros y guarachas. Porque desde la primera hoja ingresamos a un gran night club como el que vimos en ‘El padrino II’, de esos que iluminaban la noche cubana en 1958, antes de la revolución. Un animador bilingüe, público gringo, rumberas, daikiris, guarachas, bailarinas, alegría, con un lenguaje particular, muy ‘cubano’.

Y es la noche donde transcurre todo, en el litoral, autos sin techo, jóvenes galanes cubanos. Todo un mosaico donde hay más de ‘tres tristes tigres’. Cabrera juega con las palabras, inventa términos y juega con la prosa, una prosa no de los sabihondos, sino prosa tropical, divertida. Junto a refranes populares, letras de canciones, ironías, doble sentido de autores que si logras entenderlos, te matas de risa. En fin, ese libro escrito por un hombre al que le fue prohibido volver a lo que más quería: La Habana, su Cuba, también tenía la intención de darle una ‘chiquita’ al dictador cubano: un extraordinario testimonio de la noche habanera y de todo lo que se perdió en Cuba. ¿Por qué un hijo de comunistas que a los siete años estuvo detenido en una de las mazmorras del dictador Fulgencio Batista, terminó repudiando el régimen de Fidel? La verdad solo la pudimos saber cuando su fiel esposa, la actriz Miriam Gómez, decidió publicar un libro póstumo sobre los escritos dejados por su marido, entre los cuales cuenta el maltrato y la ignominia que le propinaron cuando llegó a La Habana de Bélgica en 1965 -donde tenía cargo diplomático- y después no lo dejaban regresar a Europa. Sin decirle por qué. El libro se llama ‘Mapa dibujado por un espía’ (2013).

Pero la historia de su desgracia comienza en 1961. Cabrera era un militante de la revolución y dirigía el diario Granma, además de un suplemento cultural, y en uno de sus números dio cobertura a una obra de su hemano y un amigo: ‘PM’, que sin guion definido mostraba las noches juergueras de un grupo de jóvenes a finales de 1960. Castro suprimió el suplemento provocando la ruptura de la ‘luna de miel’ de Fidel con los intelectuales. En su discurso en junio de 1961, ‘Palabras a los intelectuales’, Castro pronunció su siniestra frase: ‘Dentro de la revolución todo, contra la revolución nada’. Pero Cabrera es nombrado agregado cultural en la Embajada de Cuba en Bruselas. Pensaba que con él, el gobierno no había tomado una represalia y se desempeñó como un funcionario leal al régimen. En 1965 regresa a La Habana para asistir al sepelio de su madre y llevarse a sus dos niñas. Cuando estaba a punto de embarcarse a Bélgica, llevando a sus dos hijitas, le indican que debe suspender su viaje, pues el ministro de Relaciones Exteriores tenía urgencia de hablar con él.

En su libro póstumo, ‘Mapa dibujado por un espía’, analiza la terrible situación que le tocó vivir. ¿Qué había pasado? Nunca llegaría a saberlo. ¿Quién había intervenido para que su suerte cambiara? Por lo demás, le seguían pagando su sueldo y mantenía la tarjeta para comprar en almacenes de diplomáticos. Pero recorriendo La Habana se desencantaba al ver las edificaciones que se las carcomía el tiempo y el deterioro. El empobrecimento de los vecinos y el aislamiento del poder, casi absoluto, y el verticalismo y severidad con los disidentes reales o ficticios. El libro lo escribió como si viviera esos desesperantes cuatro meses en que se definía su destino en La Habana. Iba todos los días al Ministerio de Relaciones Exteriores y nadie le daba razón de su futuro. Recorre la capital de noche, sus cines, boites, bailarines, cantantes. Se vuelve mujeriego, enalteciendo el estoicismo de su esposa, que publicó el libro sin suprimir el relato de sus infidelidades. Incluso se hizo de una amante, Silvia, que lo apoyaba en su calvario.

A los cuatro meses, gracias a Carlos Rafael Rodríguez, comunista amigo de su padre, Cabrera pudo salir con sus hijas rumbo a Expaña y al exilio definitivo. Nunca más volvería a ver su amada Cuba. En una coincidencia macabra, la censura al libro que hizo el dictador Francisco Franco en España coincidió con la comunista de Fidel y lo expulsaron de España por ‘obsceno’, y volvió a ser un paria sin patria. Pero el Reino Unido lo acogió gracias a la intervención de amigos como Mario Vargas Llosa y después se le otorgó la ciudadanía inglesa. En 1999 recibió el premio Cervantes de literatura, el más prestigioso de habla española. Coincidencias de la vida. Su último artículo lo publicó en un diario español donde ridiculizaba al dictador Fidel Castro. Su deceso fue ocultado en la isla. Apago el televisor.

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