Roberto Saviano es un experto en temas del narcotráfico. (AFP)
Literatura

Este Búho nunca olvidará lo que sintió al leer el libro , del italiano Roberto Saviano. Había salido en el año 2006 y su éxito no tuvo parangón en la historia de ventas de libros de Italia, haciendo incluso palidecer a ‘pesos pesados’ de la industria literaria, como Umberto Eco. Vendió dos millones de copias solo en Italia y llegó a ser traducida a 33 lenguas. Fue un auténtico best seller. ¿Por qué ‘Gomorra’ tuvo tanto éxito y a la vez le cayó al autor como las más maldita de las maldiciones? Ninguno pensaría lo mismo de la mafia al terminar de leerlo. Hasta antes del libro, la imagen de la ‘Camorra’ italiana o, particularmente, la Napolitana, era la de un grupo de veteranos hombres de aspecto siniestro que se habían vuelto respetables con los años, fruto de un dinero sucio obtenido de asesinatos, extorsiones, robos, trata de blancas y tráfico de drogas, y con el correr del tiempo constituyeron negocios ‘legales’. Hasta en las célebres películas sobre la mafia se veía cómo los gángsteres tenían negocios ‘limpios’. ‘El padrino’ Vito Corleone regentaba una empresa de aceite de oliva; Tony Soprano, una de reciclaje de basura y un club nocturno. Pero después de este libro, una increíble y arriesgada investigación de un joven de, en ese entonces, 26 años, se puso al descubierto el verdadero rostro de la ‘Camorra’: Un inmenso monstruo con múltiples tentáculos. Ni la policía, jueces, políticos ni autoridades del gobierno tenían un cabal conocimiento de la gigantesca red criminal que manejaban estos ‘bandoleros’. O si lo sabían, lo callaban bien porque parte del poder de la ‘Camorra’ estaba en comprar autoridades. Al poder político. La mafia es en verdad un ‘sistema’, una gran corporación criminal y funcionaba tal y como lo muestra el libro. Los crímenes, robos y extorsiones son solo la parte aleatoria de una megaempresa criminal, que factura miles de millones de dólares en actividades más ‘lucrativas’: traslado de desechos químicos, comercialización de basura, dirigen compañías distribuidoras de artefactos ‘bambas’ de China y controlan las tiendas de ropa de toda Italia; poseen fábricas clandestinas donde miles de semiesclavos llegados de Asia, Albania o África colocan las marcas de los grandes diseñadores a mercadería ‘trucha’, y esta se vende en exclusivas tiendas. Había artículos de cuero de Nueva York, París y Londres, a miles de dólares la unidad, pero que en realidad provenían de mugrosos almacenes de Nápoles y su costo podía reducirse hasta diez dólares. La denuncia de Saviano le dio un golpe mortal a la ‘Camorra’.

El libro tuvo tal repercusión que hasta los políticos y autoridades comprados por la mafia tuvieron que actuar, clausurando almacenes, liberando a miles de ‘sirvientes’, allanando sus fábricas, sus barcos y cortando sus rutas, al igual que los países afectados, donde empezaron a colocar aditivos electrónicos a las prendas de mil dólares para diferenciarlas de las ‘bambas’. De nada le valieron los premios literarios, los viajes, todo el dinero que ganó por ventas y derechos de autor, pues cuando la ‘Camorra’ lo sentenció públicamente a muerte, empezó su verdadero calvario. Unos dirán que Salman Rushdie, el de ‘Los versos satánicos’, vivió lo mismo. Pero la diferencia es que él era ingles y quienes los condenaron eran musulmanes fanáticos de Medio Oriente. A Roberto lo lapidaron sus propios paisanos de su Nápoles querido. No le perdonaban el haber narrado, con nombres y apellidos, las andanzas de los asesinos del clan y sus jefes. Pero más que eso, no le perdonaban que el libro fuera tan leído. A la mafia no le gusta la publicidad. Por eso mataron a Bugsy Siegel y por eso cayó John Gotti. Los mismos jueces que le ayudaron en su investigación decidieron salvarle la vida y destinaron un pelotón de los Carabinieri, los incorruptibles, para que vivan con él las veinticuatro horas del día. “Pero mi vida ya no tenía sentido. Cuando llegaron la amenazas, mis amigos me abandonaron, también mi novia, mis padres se separaron. Mi mundo se derrumbó por un libro”, indicó. El ministro del Interior justificó el presupuesto para su protección: ‘Lo hacemos para salvaguardar la libertad de expresión’. Sabias palabras. En el 2016 ‘publicó’ su última obra: ‘La banda de los niños’, pero tras once años, la amenazas continúan. Es un hombre sentenciado. Apago el televisor.

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