Este leyó una noticia en Trome que lo dejó como estatua de sal: El Gráfico, la mítica revista deportiva argentina, cerró su edición impresa de manera definitiva. El próximo año iba a cumplir ¡cien años de fundación! Muchos se preguntarán por qué a este columnista podía afectarle tanto el fin de una publicación argentina que ya estaba en franca decadencia. Recuerdo que de niño esperaba con impaciencia todos los martes a que mi tío, el ahora doctor Enrique Marca, entonces un joven universitario, volviera de comprar el pan con los periódicos, pero sobre todo, con El Gráfico recién llegadito del aeropuerto. En Argentina salía el lunes en la mañana con un despliegue de fotos impresionante. Por esa época, el zaguero Julio Meléndez Calderón era ídolo en Boca Juniors y desde la tribuna le cantaban ‘Y ya lo ven, es el peruano y su ballet’. El Gráfico salía los lunes en Argentina para darle al hincha futbolero y también de otros deportes, una dosis visual vanguardista. Eran inolvidables sus espectaculares secuencias de los goles, cuadro por cuadro, porque la revista mandaba a los partidos a un ejército de fotógrafos que prácticamente disparaban como si en vez de cámara fotográfica tuvieran una filmadora. Era un gozo ver cómo se gestaban las anotaciones a través de la secuencia fotográfica. Y al costado, el mismo gol en dibujitos, cuadro por cuadro. Y eso que Argentina había sido eliminada del Mundial de México 1970 por Perú, pero su tiraje era astronómico. Los clásicos Boca vs. River. El Boca de Meléndez, Clemente Rojas Rojitas, Madurga, el inmenso arquero Roma, mientras que por River estaban los hermanos Omega, Luisito Artime y ‘Pinino’ Más. Después llegarían para Boca, Brindisi y Maradona, y para River, el gran ‘Beto’ Alonso y luego Francescoli, entre otros monstruos.

Pero El Gráfico no solo te entraba por los ojos, lo extraordinario es que a esas pinceladas que te hacían creer que habías estado en el estadio y visto los goles en vivo y en directo, se unía el hecho de que estaba escrita por un increíble plantel de redactores, verdaderos ‘poetas del verde’ y los deportes en general: boxeo, tenis, automovilismo, básquetbol, atletismo... Nunca olvidaré aquella crónica de Emilio Lafferranderie, ‘El Veco’, cuando lo mandaron a Nueva York a una pelea por el título y decidió hacerle una entrevista al mítico Jack Dempsey, ‘El matador de Manassa’, en su restaurante neoyorquino. Porque después del fútbol, era el boxeo el que acaparaba más páginas en la revista. Claro, recuerden que Carlos Monzón ganó la corona de los medianos a otro grande, ‘Nino’ Benvenuti, y la defendió con éxito en múltiples ocasiones, sobre todo en Europa, adonde siempre llegaba la revista. Tal vez su apogeo coincidió con la época de oro del fútbol argentino, cuando ganaron la Copa del Mundo en su país en 1978. Ahí publicaron una foto que algunos catalogan como la mejor foto deportiva de la historia. Y yo le agregaría ‘el mejor titular’ también. En ella, el arquero ‘Pato’ Fillol y el defensa Alberto Tarantini están arrodillándose en el césped una vez acabado el partido final. Y aparece en escena un hincha que los acompaña, pero ¡no tiene brazos, las mangas largas de su polera intentan acercarse pero no llega. El ‘clic’ de Ricardo Alfieri inmortalizó esa conmovedora y frustrante escena. Pero la sensibilidad del editor hizo que esa foto pasara a la posteridad al colocarle como título ‘El abrazo del alma’. Así era El Gráfico. Si me hice periodista y me aficioné a las crónicas, es en gran medida por mis semanales lecturas de esta revista. Escribo esta columna sin consultar en Google, porque todos estos recuerdos están en el disco duro de mi cerebro. Aprendí a escribir también con los artículos de Robinson, Juvenal, Borocotó, el gran Héctor Vega Onesime, Oswaldo Ardizzone, Aldo Proietto, Carlos Irusta, Luis A. Hernández, entre otras luminarias. Hoy que ya no está, ojeé algunos ejemplares de El Gráfico de colección, que estaban refundidos en la casa de mi viejita, en Miraflores. Recordé a mi tío Kike Marca y sé que esta noticia seguramente lo afectará en su salud ya un poco resquebrajada, pues él nunca dejó de comprar la histórica publicación ahí en la Unidad de Mirones. Con su final muere una parte inolvidable de nuestras vidas. Descansa en paz, querido ‘El Gráfico’. Apago el televisor.

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