Este conversa por las redes con sus colegas que están de enviados especiales en Rusia y ellos siempre resaltan la gran amabilidad y cordialidad de los rusos. Especialmente de las rusas. El gobierno de Vladimir Putin instruyó a sus compatriotas, vía mensajes presidenciales, charlas en los trabajos, escuelas, fuerzas policiales, colegios y universidades, sobre la importancia de recibir de la mejor manera a las decenas de miles de visitantes que iban a llegar al Mundial.

Pero este columnista recuerda que no siempre Moscú y las otras ciudades fueron un lugar seguro para los extranjeros y para sus ciudadanos en general. En los tiempos de la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), sus habitantes tenían miedo de salir a la calle, sobre todo en la ciudad de Rostov, Ucrania, en ese tiempo anexada a la URSS. Allá, en 1978, fue encontrado el cuerpo de una niñita de nueve años, asesinada brutalmente a cuchillazos. La pequeña había sido violada, le habían sacado los ojos y cercenado partes del cuerpo. Las autoridades comunistas no hallaron a ningún sospechoso.

Dos años después, en esa ciudad, comenzaron a aparecer más cuerpos de muchachas de 17 y de jóvenes veinteañeras. Todas acuchilladas y sin ojos. Era evidente que se encontraban ante un asesino en serie. Sin embargo, las autoridades políticas del Partido Comunista se negaron a proceder con la captura de este criminal, pues señalaban que ese tipo de criminales, como el norteamericano Ted Bundy, solo los engendraba el sistema capitalista, y como la Unión Soviética era un paraíso donde reinaba la igualdad, era imposible que surgiera un monstruo que matara por el simple placer de matar. Pero sí existía y actuaba con total impunidad. Se llamaba Andréi Chikatilo, ucraniano de nacimiento, quien confesó que cometió al menos 56 crímenes. Se le conocía como ‘El Carnicero de Rostov’.

Nació el 16 de octubre de 1936 y vivió una infancia y adolescencia desdichadas. Era miope, de muchacho nunca pudo consumar una relación sexual porque era eyaculador precoz y sufría de disfunción eréctil. Pese a ello, logró casarse y tener dos hijos. Se graduó de profesor y, por ser miope, era la burla de sus alumnos, lo que acrecentó sus resentimientos y a la vez sus deseos lujuriosos por sus alumnos.

Así, fue separado de la enseñanza por ‘tocamientos indebidos a las alumnas’, pero como era miembro del Partido Comunista, lo ‘reasignaron’ a una fábrica donde trabajaba como funcionario. Sus constantes viajes facilitaban su labor depredadora. En septiembre de 1981, mientras laboraba en la fábrica, asesinó por segunda vez.

La víctima fue Larisa Tkachenko, una meretriz de 17 años que se burló de él al ver que no pudo tener una erección en el momento en que iban a sostener relaciones sexuales. Enfurecido por la actitud de su acompañante, la golpeó y estranguló. Totalmente fuera de sí, le cortó los senos y terminó comiéndose los pezones, al mismo estilo del doctor Hannibal Lecter de ‘El silencio de los inocentes’. No solo era violador y asesino, sino también caníbal.

En 1984 asesinó a 15 personas, incluido un niñito de nueve años, y los medios de comunicación informaban horrorizados por la forma cómo eran hallados los cuerpos de las víctimas. La mayoría de ellas era acuchillada y desmembrada. El ‘Carnicero’ estaba obsesionado con los genitales y varias de sus víctimas fueron encontradas con sus partes íntimas arrancadas. Para el momento en que fue arrestado, ya había asesinado a 38 personas.

Lo que llamó la atención es que se trataba de un extraño fenómeno de la naturaleza, pues ¡el ADN de su sangre era distinto al de su esperma! Por esta razón lo dejaron libre, además, claro está, por su condición de militante del partido. Pero los asesinatos se reanudaron y un coronel héroe, Fetisov, se enfrentó a la KGB, que no quería investigarlo. Fetisov y un psiquiatra convencieron a los jerarcas comunistas de que acepten que allí también pululaban asesinos en serie.

Fue arrestado en noviembre de 1990. No quiso admitir sus crímenes y fue un especialista quien lo persuadió de que hable, prometiéndole que terminaría en un sanatorio y no en una prisión. Su juicio fue un escándalo mundial y dejó muy mal parada a la Unión Soviética y su falsa ‘sociedad’ pretendía que lo declararan inimputable, al señalar que sufría de graves trastornos mentales. En 1991 se dio a conocer la conclusión de que Chikatilo estaba ‘legalmente cuerdo’. Así, el juicio al asesino serial se inició en abril de 1992 y concluyó en octubre de ese mismo año, con una resolución inapelable: la pena de muerte. Sin embargo, el régimen soviético no iba a aguantar otro show mundial si se llevaba a cabo una ejecución, porque iban a llegar decenas de periodistas de todo el mundo para cubrir la muerte del primer ‘asesino serial’ reconocido por las autoridades comunistas. Por ello, una noche los guardianes de la prisión de Rostov irrumpieron en su celda y lo acabaron a tiros, como la ‘bestia’ que era. Apago el televisor.

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