Este es admirador de la obra, vida, milagros y desmadres del fundador del ‘periodismo gonzo’, Hunter S. Thompson. Fue desde aquel día que Edwin Núñez, mi amigo en la calle y trabajos periodísticos, el desaparecido y recordado cantante del grupo rockero subterráneo ‘Zcuela Crrada’, me prestó un libro clásico que cambió en mucho la manera de enfocar el periodismo en Estados Unidos y el mundo. ‘Los Ángeles del infierno’ de Hunter S. Thompson. Un libro publicado décadas después, en los ochenta, pero que fue, originalmente, un largo artículo especial para un suplemento del diario The Nation en 1965. Allí Hunter reafirmará el estilo que ya le era característico desde que trabajaba en la sección Deportes para el New York Times: ‘El periodismo gonzo’.

Este estilo era un tipo nuevo tipo de periodismo, más radical y visceral que el novedoso genero ‘No ficción’ de Truman Capote o Norman Mailer. Thompson no solo será testigo del hecho, sino que participará y será protagonista del mismo. El periodista, para el artículo, se montó en su Harley Davidson, se puso su casaca negra y se sumó al pelotón de la pandilla más peligrosa de la Costa Oeste norteamericana, como uno más. Estuvo presente en robos, peleas, sangre, sexo, drogas, rocanrol, violaciones y paranoia policial y ciudadana ante tanta violencia extrema. Sabía que se estaba jugando el pellejo porque ‘Los Ángeles del Infierno’ lo tenían ‘chequeadazo’. Al final, Hunter escribió un libro bendecido por los científicos sociales que nunca hubiesen podido ni querido penetrar en ese submundo juvenil ultraviolento y salvaje. Y su artículo culmina cuando los pandilleros se hartaron del periodista y le dieron la paliza de su vida, dejándolo hecho una masa sanguinolenta y sin varios dientes. El olfato de Hunter no falló. Después del festival de rock de Woodstock, en diciembre de 1969, se organizó otro festival multitudinario en Altamont, California, donde la banda central eran los Rolling Stones. Los ingleses cometieron el desatino de contratar como grupo de seguridad ¡a ‘Los Ángeles del Infierno’! Mientras Jagger canta ‘Sympathy For The Devil’ (‘Simpatía por el diablo’), un joven afroamericano pasado de vueltas quiso subir al escenario y fue agarrado a cuchilladas por uno de los ‘Ángeles’, hecho que se convirtió en un escándalo nacional. Solo esa muerte acabó con la impunidad de los motoristas.

Thompson vivía recluido en su rancho en Colorado rodeado de fortificaciones, armas y cazando. Su única novela, ‘Diarios de Ron’, fue ‘descubierta’ treinta y cuatro años después ¡por Johnny Depp!, la megaestrella y actor que lo interpretó en la adaptación cinematográfica de su libro ‘Miedo y asco en Las Vegas’. Fruto de su encuentro, Johnny lo adoptó como padre, como amigo, como hermano. ‘Cuando me preparaba para ‘Miedo y asco en Las Vegas’ me había hecho muy íntimo de Hunter, visitaba su rancho en Colorado y revisaba todos sus apuntes, la mayoría escritos en servilletas de bar, márgenes de periódicos, volantes de publicidad, folletines de carreras de caballos, agendas diminutas. Pero descubrí una caja con un montón de hojas mecanografiadas y amarradas con liga. Las leí. Me quedé impresionado. Eran de su época como periodista en Puerto Rico, en 1960, con veintidós años. Hasta tenía un ‘alter ego’, Paul Kemp, un redactor de un diario con directores y periodistas chiflados’. En la novela, Kemp era un pata alcohólico y enamorado de mujeres bellísmas. El descubrimiento del actor fue fantástico. ‘Vamos a publicarla’, le dijo, y el periodista accedió. Esa misma tarde, el escritor consiguió un editor y Depp, el productor y el director para llevarla al cine. Debió ser fácil para el ‘gonzo’ ganarse la admiración del joven Depp. Era un viejo zorro recorridazo. Él era uno de los pocos mortales que podían ingresar a su rancho rodeado de trampas y torreones con ametralladoras en Woody Creek, Colorado.

‘Cuando lo conocí, lo esperaba a medianoche en una taberna en su pueblo. El bar estaba lleno. Llegó con una pistola disparando al techo. Vi chispas y todos salieron corriendo sin protestar. ¡No quiero que me molesten!, gritó y todos se fueron sin chistar. Ya conocían su temperamento. Se acercó a mi mesa y muy educadamente me dijo: ‘Soy Hunter, estás cómodo?’. De allí nos hicimos inseparables. Me decía ‘Coronel Depp’, era el típico caballero sureño. A veces me llamaba en medio de la noche y me decía para ir a vagar por el mundo por una semana. Hasta las anécdotas más siniestras eran divertidas con Hunter’, confesó en una entrevista el actor. Como vivió -le encantaban las armas-, murió. Se voló la cabeza con una escopeta en su rancho. Pero todo estaba fríamente calculado. Thompson creó una escuela y se fue cuando quiso y como quiso, y para colmo, exigió también la banda musical de su fiesta fúnebre: ‘Quiero que me despidan al ritmo de una canción de Bob Dylan: ‘Mr. Tambourine Man’. Y que lancen fuegos artificiales’. Su hijo putativo, el ‘Coronel’ Johnny Depp, cumplió sus deseos. ¡Saludos, ‘Viejo Gonzo’, estés donde estés! Apago el televisor.

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