Este piensa que el presidente norteamericano Donald Trump es un ‘mono con metralleta’. Así nomas ningún mandatario destituye a un jefe del FBI, como él hizo con el tío James Comey, que le sabe todititas sus cochinadas. Los presidentes de siempre han tenido que llevarse obligatoriamente bien con esta legendaria oficina federal, encargada de luchar contra la criminalidad que ponía en peligro la estabilidad y tranquilidad del país. 

Su fundador, John Edgar Hoover, la convirtió en una superpoderosa agencia de espionaje a todo nivel, no solo en ámbitos políticos, militares y de actividad delincuencial, sino que creó un pulpo que también espió y chantajeó a artistas, deportistas, científicos y luchadores sociales en Estados Unidos. Hoover se vanagloriaba de que sabía casi todo sobre todo el mundo, pero nadie sabía nada de él. Solo se supo que vivió con una madre autoritaria y sobreprotectora. Nunca se casó y siempre se sospechó que mantuvo una relación homosexual con su director asociado, Clyde Tolson. 

En la notable película ‘J. Edgar’, dirigida por el genial Clint Eastwood, hay una escena memorable e ilustrativa, cuando él se va de una fiesta porque se negó a bailar con una famosa actriz. Al llegar a casa, su madre lo recrimina y él le responde que no le gusta bailar, ‘especialmente con mujeres’. Su madre lo saca a bailar y le dice: ‘Prefiero un hijo muerto que un hijo homosexual’. Hoover era capaz de todo. Si bien revolucionó el sistema criminalístico de Estados Unidos y mundial, pues estableció el primer archivo de huellas dactilares y resolvió famosos crímenes, como el trágico secuestro del bebito del héroe de la aviación Charles Limberg, se dedicó también en los años cincuenta a una terrible ‘caza de brujas’. 

Fue implacable en su persecución a los negros en Estados Unidos, fueran políticos como Martin Luther King o músicos como Ray Charles y Charlie Parker, así como a mujeres, judíos, homosexuales e izquierdistas. Elaboró sus tristemente célebres ‘carpetas’, que contenían fotos en relaciones íntimas, drogándose o en actividades graves de las figuras de Hollywood, del deporte, del Congreso y del Gobierno que juró defender.

Ocho presidentes desfilaron por la Casa Blanca y J. Edgar Hoover siempre siguió ahí.

Dice la leyenda negra que cuando un nuevo mandatario de Estados Unidos llegaba a la residencia oficial, lo mandaba llamar. El capo del FBI iba sin inmutarse llevando su clásica ‘carpeta’. En ella le mostraba toda la vida y milagros del presidente, de sus hijos y esposa, ‘pero no se preocupe, señor -le decía con cara de jebe-, este material estará bajo siete llaves y solo lo veremos usted y yo’. Era una manera nada sutil de chantajearlo y todos lo mantuvieron en su cargo. Solo uno de su propia calaña, Richard Nixon, quien también ‘chuponeaba’ intentó expectorarlo del FBI, pero J. Edgar Hoover ya estaba viejo, enfermo y se murió. Nixon, al poco tiempo, también cayó en la ignominia. Hoover mantuvo un particular duelo con los hermanos Kennedy -John, el presidente, y su hermano Robert, fiscal general- e incluso la confrontación llegó hasta una reunión privada de Robert (trató temas diversos como Marilyn Monroe, Cuba y la mafia), por lo que Robert convenció a su hermano de no ‘chocar’ con el peligrosísimo Hoover. 

Después del magnicidio de John F. Kennedy en Dallas, se le vinculó al complot, y en la película de Eastwood, se insinúa que tuvo algo que ver con la muerte de Martin Luther King. Con los años, la figura de J. Edgar Hoover creció a medida que los servicios de inteligencia cobraban mayor importancia en el mundo. Muchos jefes del servicio de inteligencia han dado el salto a la política. Algunos de manera abierta, como Putin en Rusia, y otros de manera soslayada, como Vladimiro Montesinos en nuestro país. Pero el ‘Doc’ no le llegó ni al uñero. 

Para empezar, su vida sentimental fue un libro abierto y todos sabían que vivía en un búnker de la playa Arica con su ‘gatita’ Jackeline Beltrán, hacía ‘pantalla’ en los cumpleaños de su hija Silvana con su esposa Trinidad Becerra, y Matilde Pinchi Pinchi era su secretaria, la que le guardaba sus más íntimos secretos y que al final lo traicionó y propició su caída. Montesinos mandaba traer de Miami a parejas de strippers de uno y otro sexo para que hagan funciones ‘privadas’ para él y una de sus mujeres y, en más de una ocasión hacían intercambio con los morochos bailarines norteamericanos. El FBI está en el ojo de la tormenta y no sería raro que algunos videos y revelaciones íntimas de la familia Trump salgan a la luz en plena crisis de ‘los misiles’ con el ‘Chino loco’ norcoreano. Recomiendo el filme ‘J. Edgar’, con la notable interpretación de un grande: Leonardo DiCaprio. Apago el televisor.

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