Este Búho recibe correos electrónicos de jóvenes universitarios que me piden ‘ver más allá de lo evidente’. ¿Cuál es tu opinión sobre el horrendo asesinato del editor de TV ? En primer lugar, este columnista se sintió estremecido ante un crimen tan horrendo, porque creo que nadie merece morir de esa manera. Aunque no lo conocí personalmente, gente que tuvo relación con él, certifica lo que dicen sus amigos cercanos, que era una gran persona y un excelente profesional. 

¿Cómo entonces explicarnos la crueldad con que actuó él o sus asesinos? Así nomas a nadie lo recogen en la puerta de su casa para secuestrarlo, torturarlo y burlarse de sus amigos íntimos, al hacerse pasar por él en el WhatsApp. Después descuartizar a José Yactayo, enterrar la cabeza y sus extremidades en algún lado y llevar su cuerpo en una maleta hasta un paraje de Andahuasi, Huaura, donde le prendieron fuego. Este columnista tuvo el privilegio de ser amigo de Jorge ‘Coco’ Salazar, ‘El negro’, el mejor cronista policial del Perú y eximio novelista. Si yo haría espiritismo, invocaría su nombre, ‘El negro’ se aparecería y ante estas evidencias me diría: ‘Búho, es un crimen pasional. Entre la pasión, crueldad y la venganza solo hay una delgada línea’. 

Esa es la hipótesis 1 de los detectives de Homicidios en el caso José Yactayo. Solo alguien profundamente herido y con desatados deseos de revancha y de producir dolor, pudo consumar ese tipo de ejecución y todavía torturar a sus amigos íntimos a los que mandaba al desvío haciéndose pasar por la víctima, como lo mostró Beto Ortiz con los WhatsApp. Aquí algunas pruebas del sadismo: La esposa de su mejor amigo Hugo, le escribe: ‘José, todos te buscamos, ¿dónde estás?, repórtate’. El impostor responde: ‘No puedo hablar ahora, estoy con todos los síntomas de una gripe’. El sadismo brota por los codos. Él o los asesinos, vía WhatsApp se burlan, juegan con sus angustiados viejos amigos de la Universidad de Lima. ‘Estoy hasta las patas’, dice el impostor. Hasta comete una burrada. 

Afirma, ‘perdí mi celular’, su amigo le dice: ‘¿Entonces cómo andas en WhatsApp?’. Seguramente a esa hora el o los asesinos de José Yactayo se ‘divertían’ y al mismo tiempo estaban dañando su cuerpo y solo ganaban tiempo. Pero con uno de los mejores amigos y compañero de trabajo, Beto Ortiz, tuvieron más cuidado. No se atrevieron a entablar conversación por WhatsApp, pero lo llamaban por teléfono y después de segundos colgaban. Fueron dos llamadas al periodista y en una, él respondió: ‘Pepe, si estás afónico, ¿por qué me llamas?’. La respuesta que recibió fue solo silencio.

Pero los tigres de Homicidios también manejan una hipótesis 2: El secuestro y crimen de José Yactayo habría sido planificado desde un penal y perpetrado por delincentes. ¿Cómo un exitoso profesional podía tener relación con estos sujetos? Lo mismo se preguntó la madre del periodista, doña Anita, al escuchar decir que tres exreclusos de ‘Piedras gordas’ fueron tres veces a la casa de su hijo en el segundo piso: ‘¿Esos tres chicos han venido al departamento de mi hijo? Yo no sabía nada. Esto me pone en una situación horrible, ¿por qué se vinculó con esa gente?’. 

Lo que al inicio solo fue un taller literario, Beto se propuso convertirlo también en un documental para TV y llamó a José Yactayo. Los detectives de Homicidios aseguran que especialistas en realidad carcelaria recomiendan que todo el personal civil que interactúe con presidiarios, debe llevar estudios especiales. Psicólogos, asistentes sociales, médicos, profesores, mecánicos electricistas de los talleres, bibliotecarios, todos, deben recibir cursos especiales. Cualquiera no puede decir ‘tengo buen corazón, voy a ayudar a estos pobrecitos’ y se mete como cristiano a la jaula de los leones, sin un mínimo grado de preparación en realidad carcelaria, a menos que haya sido anteriormente recluso.

La mayoría de la población penitenciaria -no todos- puede caer en la manipulación, manejar doble discurso y lo peor, estar buscando alguna debilidad de las personas que llegan a brindarles ayuda. Era arriesgado trabajar en ese ambiente peligroso, que no es como un salón de quinto de media de incorregibles de colegio nacional del Callao. ¿No lo sabía José Yactayo? Según sus amigos, él no dudaba en salir a divertirse sin preocuparse que algo malo le podría pasar, contrariamente a lo que hacen otros profesionales que trabajan en penales, quienes se cuidan las espaldas y no salen a la calle solos así nomás, porque los ‘reglajes’ desde la prisión están a la orden del día. ¿Se confió demasiado? Estas son las consideraciones de los ‘tigres’ de Homicidios. Inclusive, uno de ellos le dijo a un redactor del diario: ‘Cometió un error garrafal: meterse en la boca del lobo’. Me quedé corto, mañana continúo. Apago el televisor.

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