Este Búho se quedó corto cuando trataba de explicarse el horrendo homicidio del editor de televisión . Después de quince días, mis lectores jóvenes y universitarios me escribían solicitándome que vea ‘más allá de lo evidente’ y dé algunas luces, muchas de ellas en base a las conversaciones con los ‘tigres’ de la División de Homicidios. No por nada en mis tres décadas en este oficio he cubierto ríos de sangre en crímenes tristemente célebres que no dejaban dormir ni a policías ni a periodistas. 

Escribí que dichos expertos en homicidios barajaron primero la HIPÓTESIS 1. Crimen Pasional: El o los asesinos no actuaron como un secuestrador común o mataron José Yactayo simplemente porque los reconoció. No, al editor lo secuestraron, torturaron, asesinaron, descuartizaron y, luego, desaparecieron su cabeza y extremidades, para finalmente pretender incinerarlo en un recóndito paraje de Huaura. El mensaje parecía ser: ‘Vas a desaparecer para siempre y ni tu madre ni amigos llevarán flores a tu tumba’. Solo alguien profundamente herido y con desatados deseos de revancha y de producir dolor pudo consumar este tipo de ejecución, y todavía torturar a sus amigos íntimos, a quienes mandaba al desvío haciéndose pasar por la víctima, a través de mensajes enviados desde su celular. Increíble. 

Pero a la luz de los acontecimientos, es la HIPÓTESIS 2 por la que los detectives de Criminalística se están inclinando. El homicidio de José Yactayo se habría planeado en un penal y los asesinos habrían sido tres exreclusos con los que la víctima tomó contacto en la cárcel de Piedras Gordas 2 de Ancón, cuando filmaba el documental sobre el taller de literatura que el periodista Beto Ortiz organizó entre los internos.

Los detectives hablan en voz alta. No entienden cómo en una cárcel de máxima seguridad dieron tanto nivel de contacto a personas ajenas, por más loables que fueran sus intenciones, y consideran que estaban exponiendo peligrosamente sus vidas. José Yactayo habría mantenido amistad con tres de ellos y, una vez que salieron del presidio, siguieron en contacto e, incluso, lo habrían visitado en su casa hasta en tres oportunidades. Para los policías, lo estaban extorsionando. Ahora la policía confía en que con el ofrecimiento de 30 mil soles de recompensa para quien dé información sobre el caso, alguien pueda revelar los nombres de los desalmados que ultimaron al periodista, incluso desde el mismo penal, si ese fuera el caso. 

Pero también hay una HIPÓTESIS 3: Esta no se puede contrastar hasta que la División de Homicidios revele un informe del estado de las tarjetas de crédito del infortunado periodista. Aquí, las sospechas se amplían porque se interroga hasta a primos, amigos cercanos, sus jóvenes alumnos, amigos nuevos de Facebook y también gente con la que entabló negocios. En este escenario todos son sospechosos, pues José Yactayo contaba con cierta bonanza inmobiliaria, pero sobre todo un éxito profesional que le permitía obtener más de un ingreso. 

Los policías no descartan otras hipótesis, pero lo único real es que José Yactayo no merecía para nada tener este final. Y lo que todos exigimos es que este caso no quede impune. Algunos sugieren que, tratándose de un crimen tan bien calculado y orquestado con tanto sadismo, se presta para un caso de mafia. En ese sentido, con mayor razón se debe dar con los responsables de esta cruel salvajada y hacerlos pagar con cadena perpetua, pues hubo secuestro y asesinato. Apago el televisor.

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