‘Conversación en La Catedral’ de Mario Vargas Llosa.
‘Conversación en La Catedral’ de Mario Vargas Llosa.

Este Búho recibió correos de chiquillos universitarios que también sufren la ‘cuarentena’, pero ellos me cuadraron porque ‘solo recomiendo películas’ para pasar este encierro obligado. ‘Búho, a nosotros no nos gusta estar frente a un televisor y, además, no tenemos plata para suscribirnos a Netflix o Fox. Por eso, oriéntanos en nuestras lecturas’.

Me emocionaron sus palabras y valoro a esos chicos que optan por una carrera que no es lucrativa, pero sí apasionante. Y si un muchacho(a) va a seguir Periodismo, debe leer más que nadie. Cuando era escolar, en colegio nacional, tuve la suerte de que me tocara un profe, a los doce años, que me hizo descubrir los clásicos de la literatura peruana como Julio Ramón Ribeyro, Mario Vargas LLosa, Manuel Scorza, o a extranjeros como Gabriel García Márquez. Por eso, aquí les recomiendo mis libros de cabecera de joven, para estos días de aislamiento.

CONVERSACIÓN EN LA CATEDRAL (1969): La trama se sitúa en el apogeo de la dictadura del general Manuel A. Odría, quien gobernó el país con mano dura y al compás del mambo y los boleros, desde 1948 a 1956. ‘La Catedral’ es un decadente bar ubicado a la espalda de la plaza Unión, donde el protagonista, Santiago Zavala, se reencuentra después de una década con el negro Ambrosio, el antiguo chofer de su padre, el otrora todopoderoso empresario Fermín Zavala, que se hizo millonario durante el gobierno de Odría. Zavalita no lo sabe aún, pero su padre era conocido entre sus íntimos del régimen y los bulines exclusivos como ‘Bola de oro’, como un homosexual que no salía del clóset, pero que evidenciaba predilección por el chinchano chofer Ambrosio. La novela, según el escritor, nació fruto de su propia frustración. Vargas Llosa utiliza novedosas y arriesgadas técnicas narrativas. Está en el bar con Ambrosio y en las tres líneas siguientes aparece la casa-bulín de ‘Cayo Mierda’, ministro del Interior de Odría, quien vendría a ser el siniestro y poderoso Alejandro Esparza Zañartu, que organiza ‘lugares de citas amorosas’ para la plutocracia, dando rienda suelta a sus bajos instintos. Un impresionante relato donde Mario busca la ‘novela total’ y desnuda el oprobio, la dictadura, la corrupción, la traición, el periodismo putañero, de burdeles y boites (salas de fiestas) que nos muestra con crudeza.

REDOBLE POR RANCAS (1970): Obra que lanza al estrellato narrativo al poeta Manuel Scorza (Lima 1928 - Madrid 1983). ‘Redoble por Rancas’ es la otra cara de la moneda. A diferencia de ‘Conversación en La Catedral’, que desmenuza las intimidades del poder político citadino, esta historia nos traslada a los Andes peruanos, donde Scorza nos presenta una ‘guerra silenciosa’ llevada durante siglos por los comuneros de Cerro de Pasco contra los hacendados y gamonales. Ahora, el enemigo es más poderoso y fantasmal: la gran empresa minera norteamericana Cerro de Pasco Corporation, que engulle como un gigantesco monstruo sus cultivos, sus parcelas, su comunidad entera. Pero sobre todo es la historia de cómo un juez provinciano, Francisco Montenegro, mantiene aterrorizados a los campesinos y acumula riquezas y tierras. Su esposa, doña Pepita, es peor de abusiva. Tanto miedo le tienen los cerreños al juez que una mañana, mientras paseaba por la plaza, se le cayó un sol de oro, no se dio cuenta y siguió caminando. Sin embargo, todo el pueblo sí supo de la moneda, pero nadie intentó cogerla, por lo que se mantuvo ahí por doce meses, hasta que el mismo juez, que paseaba otra vez, la vio y la levantó entusiasmado por su suerte. Héctor Chacón, ‘El Nictálope’, es el personaje principal de la novela que remeció conciencias.

CIEN AÑOS DE SOLEDAD (1967): La obra maestra de Gabriel García Márquez, el buque insignia de lo que se llamó ‘lo real maravilloso’, esa manera de relatar que cautivó al mundo, principalmente a los anglosajones con bellas mujeres que levitaban y se perdían en los ardientes cielos caribeños de donde llovían flores amarillas. Nadie, en el siglo pasado, pudo imitar a ‘Gabo’ en esa delirante historia de Aureliano Buendía y toda su estirpe, sus legiones de personajes y sus tres generaciones. Historias de guerras civiles, de rebeliones, de fusilamientos, de liberales y conservadores, en un pueblo llamado ‘Macondo’, donde no hay distinción entre lo real y lo irreal. El de Aracataca nunca pudo volver a escribir una novela tan extraordinaria y fue tan espectacular que la devoré en dos días en el estadio sanmarquino.

Apago el televisor.

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