Este se imagina la cara de los sabuesos de Homicidios cuando el venezolano ‘Pinky’, uno de los presuntos asesinos del ‘Cholo Isaac’ en pleno McDonald’s de Risso, en Lince, les dijo a boca de jarro que ellos estaban en nuestro país gracias a que PPK abrió las puertas sin restricciones a los ciudadanos venezolanos, que venían huyendo del régimen de hambruna de Nicolás Maduro.

Cuando el policía me lo contó, no pude evitar evocar esa extraordinaria película del maestro Brian de Palma, ‘Caracortada’ (1983). En una memorable escena Tony Montana pretendía convencer al detective que era un refugiado político. Pero en realidad era un peligrosísimo asesino que fugó por el puerto de Mariel, gracias a que Fidel Castro abrió las cárceles para que todos los más peligrosos delincuentes de la isla se vayan junto a los refugiados que tomaron la embajada de Perú en La Habana.

Este periodista no es xenófobo ni mucho menos. He viajado a Venezuela a finales de los noventas, a la pujante Valencia. Me fui a una playita cercana. “Señor, no vaya a esa playa, allí van ‘Los Babys’”, me dijeron. Yo no sabía de qué me hablaban y fui, porque me gusta el mar. El asunto fue que terminé rodeado de la gente más maleada que había visto en mi vida. Recién ahora, cuando me entero que esos ‘angelitos’ de ‘Los Babys’ de Carabobo están operando en el país, lo puedo contar.

Pero creo que los sabuesos de Homicidios deben seguirles los pasos. Son sanguinarios. La forma en que asesinaron a dos mecánicos escarapela el cuerpo. Uno con total sangre fría esperó que su víctima, que se había refugiado debajo de un auto, se pare y el maldito le disparó en el cuello. Los detectives están seguros que en el país y, sobre todo, en Lima, están operando bandas totalmente organizadas y sanguinarias.

Un policía, amigo del colegio, me contó: “Búho, en el comando nos han vuelto a poner la película ‘Caracortada’, imagínate”.

Pucha, entonces, este columnista debe ingresar al túnel del tiempo. Año 1983, cuando llegué al cine Roma, con mi guapita novia, Anita, a ver ‘Caracortada’. Al Pacino fue quien encarnó magistralmente a Tony Montana, un delincuente y homicida cubano que escapa del régimen de la isla junto a miles de sus compatriotas en balsas y barcos. En Miami es recluido, junto a su amigo Manny Rivera (Steven Bauer), en una cárcel provisional. Tony quiere volverse rico en América, pero teme que por sus antecedentes lo devuelvan a Cuba.

Para su ‘buena suerte’, Manny le comunica que un ricachón de Miami quiere que haga un trabajito: “Va a llegar como refugiado un exjerarca del régimen comunista que se peleó con Castro y lo ha deportado, debe asesinar a Emilio Rebenga, quien mató al hermano de ese ricachón en la isla”. Tony le responde: “Si tengo que matar a un comunista, lo hago hasta gratis”. Durante un motín en el campo de refugiados, Montana asesina a cuchillazos a Rebenga y él y su grupo obtienen la ansiada tarjeta de residencia.

Así inicia un ascenso en el próspero negocio del narcotráfico en Miami. Trabaja al servicio del capo de la ciudad, Frank López (Robert Loggia, en gran papel), quien tiene como esposa a Elvira Hancock (enigmática y deseable Michelle Pfeiffer). La lealtad, la traición y la ambición envuelven a un personaje violento. Que vive el conflicto de ser despreciado por su madre, quien lo considera ‘una vergüenza’ para los cubanos honestos de Miami y rechaza su dinero sucio, mientras se deslumbra y cela a su bella hermana Gina (inolvidable Mary Elizabeth Mastrantonio).

Tony encara a su jefe Frank, quien intentó matarlo. “¡Tú no tienes huevos, Frank!”, le grita, mientras su exjefe implora por su vida: “Tony, no me mates. Tengo diez millones en España, son tuyos. Elvira… quédate con mi esposa. Yo desapareceré”. Tony le ordena a Manny: “Mata a esta cucaracha”.

Con ello, Tony logra llegar a la cima. Pocos saben que De Palma y el guionista Oliver Stone se bronquearon durante el filme. De Palma exigía ampulosidad, escenas delirantes, mientras que Oliver se cuidaba de retratar los conflictos sociopolíticos con sumo cuidado. Sin embargo, la crítica seudoizquierdista y los cubanos anticastristas demolieron el filme, pese a que fue un éxito de taquilla.

Montana era un asesino, pero se negó a matar niños y la mafia boliviana lo condenó a muerte en un combate épico entre el mafioso y decenas de sicarios. De Palma fue un visionario. Años antes de la aparición de Pablo Escobar, ya Tony Montana tenía una mansión con un zoológico adentro, con tigres, cocodrilos y elefantes. La escena donde Montana hunde su nariz en un cerro de cocaína pasó a ser una de las diez más recordadas en la historia del cine. Ahora en este Perú, cada día más violento, tenemos que cuidarnos de las lacras que quieren imitar a Tony.

Apago el televisor.

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