Este aprovechó el feriado largo para sumergirse en su biblioteca y releer algunos libros que marcaron su juventud, en la Decana de América. Sentí especial interés por el inmenso escritor y poeta uruguayo Mario Benedetti porque, a diez años de su muerte, acaba de verse envuelto en una polémica. Resulta que su genial frase ‘Cuando teníamos las respuestas nos cambiaron las preguntas’, fue usada hace unos días por el presidente chileno Sebastián Piñera durante un mensaje a la nación, cuando presentó un paquete de medidas para enfrentar la crisis que atraviesa su país debido a las profundas desigualdades sociales.

En un comunicado, la Fundación Mario Benedetti rechazó ‘el uso descontextualizado’ de la cita y le aclaró al mandatario derechista que ‘el accionar de su gobierno está en las antípodas de lo que fue el pensamiento de nuestro escritor’.

Benedetti, hijo de italianos, desde joven fue un militante de izquierdas que incluso partió al exilio en Buenos Aires cuando en 1973 se llevó a cabo el golpe de Estado impulsado por el propio presidente Juan María Bordaberry. Es más, Benedetti llegó a exiliarse en Perú donde fue detenido, deportado y amnistiado, por lo que en 1976 se instaló en Cuba y luego en Madrid. Por sus convicciones políticas, que buscaban más igualdad entre los hombres, se vio obligado a vivir diez años alejado de su país y de su esposa Luz López Alegre, el gran amor de su vida.

En mi época de estudiante sanmarquino, durante una tarde en el monumental estadio universitario, devoré su magistral novela ‘La tregua’ (1960). Don Mario es como Martín Santomé, el entrañable personaje de ese libro. Al viejo Martín le faltan pocos días para jubilarse después de tristes décadas de oficinista. No sabe qué será de él cuando ya no tenga que salir con sus pasos tristes todos los días rumbo al trabajo. Quince años atrás había enviudado y crió solo a sus hijos, porque no tuvo las agallas y el tesón para conquistar a otra mujer.

Los lectores asistimos a sus pensamientos, descarnados, irónicos, a través de su diario íntimo. Allí, por ejemplo, describe a sus muchachos. “Ninguno se parece a mí. En primer lugar, todos tienen más energía que yo. Esteban es el más huraño. Todavía no sé a quién dirige ese resentimiento, pero lo cierto es que parece resentido. Creo que me tiene respeto, pero nunca se sabe. Jaime es quizá mi preferido, aunque casi nunca puedo entenderme con él. Me parece sensible e inteligente, pero no me parece fundamentalmente honesto. Es evidente que hay una barrera entre él y yo. A veces creo que me odia. A veces creo que me admira. Blanca tiene al menos algo de común conmigo: también es una triste con vocación alegre”.

Pero todo el mundo cuadriculado del señor Santomé se convulsiona cuando inicia una relación sentimental con Laura Avellaneda, quien tiene la misma edad que su hija Blanca. Esta le hace la guerra a su novia y a él, porque es posesiva y no acepta que Laura ocupe toda la mente de su padre. Pero cuando por fin logra que su hija comprenda y acepte a su joven pareja, Laura muere.

Benedetti, reconocido poeta a nivel mundial, se consolidó en el mundo de la narrativa con esta corta, pero contundente novela. Luego le seguirían otras, como ‘Gracias por el fuego’ (1965) y la alucinante ‘El cumpleaños de Juan Ángel’ (1971), escrita en verso.

Son legendarios sus poemas de amor. Según él, todos fueron inspirados y dedicados a su esposa Luz López, con quien estuvo casado ¡¡60 años!! “Para estar total, completa, absolutamente enamorado, hay que tener plena conciencia de que uno también es querido, que uno también inspira amor”, escribe en ‘Gracias por el fuego’.

El uruguayo tiene una Carretera Panamericana en poemas de amor. En ‘Viceversa’ escribe: “Tengo miedo de verte/necesidad de verte/esperanza de verte/desazones de verte//tengo ganas de hallarte/preocupación de hallarte/certidumbre de hallarte/pobres dudas de hallarte//tengo urgencia de oírte/alegría de oírte/buena suerte de oírte/y temores de oírte//o sea/resumiendo/estoy jodido/y radiante/quizá más lo primero/que lo segundo/y también/ viceversa”.

El maestro, que como dije, ejerció en paralelo un militante compromiso político, murió en el año 2009, pero vive en el Olimpo de las letras. Escribo estas líneas escuchando el exquisito CD de Joan Manuel Serrat, ‘El sur también existe’, quien musicalizó eternos poemas del uruguayo, y brindo con una copa de vino, en honor al vate. ¡Salud, maestro!

Apago el televisor.

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