El Búho escribió sobre 'Conversación en la Catedral', de Mario Vargas Llosa.
MVLL

Este Búho considera que hay libros que todos los peruanos deben leer para tratar de entender a nuestro país. Para este columnista, un libro indispensable es ‘Conversación en La Catedral’. El propio confesó que es el que más trabajo le costó y en el que estuvo trabajando al principio a ciegas, sin saber cómo iba a integrar toda esa materia anecdótica que tenía.

La novela la publicó en 1969, era su tercera producción literaria, después de ‘La ciudad y los perros’ y ‘La casa verde’. El peruano demostró al mundo que el ‘boom’ de la literatura latinoamericana no solo se constituía del ‘realismo mágico’. El autor escribe sobre la dictadura del general Manuel A. Odría, quien gobernó el país con mano dura y al compás del mambo y los boleros, desde 1948 a 1956. En ‘Conversación en La Catedral’ disecciona la sociedad peruana desde lo más alto del poder, con el ministro de Gobierno, Cayo Bermúdez, represor, siniestro, corrupto, que era el espejo del hombre fuerte de la dictadura odriísta, Esparza Zañartu, el Montesinos del ‘ochenio’.

Ese libro tuvo un efecto hipnotizador en mí. Era adictivo, embrujante y desde el momento que puse mis ojos en la primera hoja, no pude desviar la mirada. El inicio es impresionante. Te atrapa. A mí me sorprende que los extranjeros se enamoren de la novela, porque en el fondo es demasiado peruana. La casa-bulín de Hortensia, la escultural amante de ‘Cayo Mierda’, en San Miguel, es donde este recibe a sus socios y compinches para hacer negocios, se emborrachen y, si quieren, se acuesten con su joven amante. ‘La Catedral’ era el decadente bar a la espalda de la Plaza Unión, donde el protagonista Santiago Zavala se reencuentra después de una década con el negro Ambrosio, el antiguo chofer de su padre, Fermín Zavala, el otrora todopoderoso empresario del cogollo del gobierno de Odría, conocido entre sus íntimos como ‘Bola de oro’, un homosexual que no salía del clóset pero que tenía predilección por el chinchano conductor.

La novela, según el escritor, nació fruto de su propia frustración que traslada a Zavalita, que es el hijo de este empresario que no sigue las reglas de la sociedad exclusivista de su Miraflores natal. No quiso ingresar a la Católica y estudió en San Marcos, donde no terminó Derecho y sí se volvió comunista al integrar la célula Cahuide, un dato histórico de su propia vida personal.

Al final, termina trabajando en el diario ‘La Crónica’ como editorialista, después de haber laborado en Locales y Policiales, y se casa con una sencilla enfermera. Esa vida opaca y desdichada se ve trastocada cuando se encuentra en ese bar con Ambrosio. Allí viene lo alucinante. Vargas Llosa utiliza novedosas y arriesgadas técnicas narrativas. Está en el bar con Ambrosio y en las tres líneas siguientes aparece la casa-bulín de ‘Cayo Mierda’ con la plutocracia dando rienda suelta a sus bajos instintos. El oprobio, la dictadura, la corrupción, la traición, el periodismo putañero de burdeles y ‘boîtes’, nos lo muestra Vargas Llosa a través de Zavalita, porque Mario, a los 15 años, practicó en el diario ‘La Crónica’ de la avenida Tacna, hasta que su padre lo sacó del pescuezo, porque se enteró de que paraba emborrachándose en las salas de fiestas de la Plaza San Martín y tenía amigos ‘pichicateros’.

El inicio de esta novela no lo olvidaré: ‘Desde la puerta de La Crónica, Santiago mira la avenida Tacna sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, letreros de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú? Los canillitas merodean entre los vehículos detenidos y él echa a andar despacio hacia La Colmena. Las manos en los bolsillos, cabizbajo, va escoltando a transeúntes que avanzan, también hacia la Plaza San Martín. Eres como el Perú, Zavalita, se había jodido, piensa en algún momento. Piensa ¿en cuál?’. Después de casi medio siglo de publicada, este Búho camina por la avenida Tacna. Nada parece haber cambiado a la desgarradora visión del Zavalita de Vargas Llosa, salvo que el antiguo edificio de ‘La Crónica’, hoy alberga al supermercado Tottus. Ahora los ‘Cayo Mierda’ son los protagonistas de los vergonzosos audios que escuchamos a diario. Apago el televisor.

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