El Búho escribe sobre 'La Mula', la última película que protagoniza y dirige Clint Eastwood.
Clint Eastwood

Este nunca dejará de sorprenderse con un filme de Me deslumbraba como actor desde la mítica saga de ‘Harry el sucio’ y me deslumbraría como director desde aquel sombrío western ‘El jinete pálido’ (1985), para llegar a ‘joyitas’ como las ganadoras del Óscar ‘Los imperdonables’ o ‘Million Dollar Baby’ (‘Golpes del destino’), pasando por inolvidables largometrajes como ‘Río Mistico’, ‘Cartas desde Iwo Jima’, ‘El sustituto’, ‘Gran Torino’ o ‘Invictus’ sobre Nelson Mandela.

Sorprende que a sus 88 años, el director y actor no haya perdido ni un ápice de sus capacidades, que lo han catapultado a ser un ícono del cine norteamericano. En ‘La mula’ (2018), Clint se interpreta a sí mismo en el papel del veterano de la guerra de Corea, Earl Stone, también de 88 años. Aquí Eastwood, en su cruzada de retratar la historia estadounidense a través del cine, aborda la crucial problemática del narcotráfico latino en los precisos momentos en que el presidente Donald Trump pretende construir un muro a lo largo de la frontera con México. Earl Stone, un viejo que se queda sin trabajo, se va a convertir en ‘una mula’, ‘burrier’ para los peruanos, transportando en su camioneta droga del cartel mexicano hasta la lejana ciudad de Chicago.

Se forma una alucinante alianza entre los jóvenes narcotraficantes mexicanos y este viejo héroe de guerra, que escucha música de Frank Sinatra, es un bebedor, mujeriego egoísta al máximo, que prefiere sus cultivos de lirios y flores ‘que solo están lozanas un día y luego se marchitan’, a velar por su esposa y su hija, a quienes mantuvo al margen mientras él se inclinaba hacia la calle, los amigos y los halagos sinceros o interesados. Separado, con una esposa dolida y despechada y una hija que lo detesta, Earl solo recibe el cariño verdadero de su nieta, que lo defiende pese a que todas las evidencias apuntan a que las dos mujeres están en lo correcto, pues toda su vida fue un maldito individualista y egoísta. Y se da cuenta muy tarde, cuando las ventas por Internet hacen quebrar su negocio y le embargan su local. Llega a la casa de su nieta para quedarse justo el día que era la fiesta por la pedida de mano. Su presencia enervará a su exesposa y a su hija, quienes lo humillan y lo botan de la reunión. En la calle, un invitado latino le ofrece ‘un trabajo para su edad’ como conductor de ‘mercaderías’.

Así, Earl se convierte en ‘mula’ o ‘burrier’ del narcotráfico mexicano. La historia se basa en un hecho real, el veterano de la Segunda Guerra Mundial, Leo Sharp, quien al fracasar en su empresa de cultivo de flores, decidió volverse transportista del cártel de Sinaloa. En su nuevo trabajo, Eastwood nos deslumbra con su vena humorística, Stone es un caso y pone de vuelta y media a los fieros soldados del cártel que jefatura ‘Latón’ (irreconocible Andy García). La platea asiste en vilo a los viajes del viejo Earl a Chicago y la película se convierte en una ‘road movie’ hilarante, donde el viejo verde se les escapa a sus cancerberos, que lo siguen de cerca para que llegue bien a su destino. En sus paradas mete prostitutas a su hotel, se detiene para ayudar a una familia afroamericana a cambiar una llanta, se detiene a comer sánguches de chancho. No puede con su genio, pero cumple con sus entregas y con el billetón que le pagan por cada viaje decide hacer lo que nunca hizo por su familia, al pagar los estudios de su nieta y ayudar a salvar el club de veteranos de guerra.

Hasta el capo ‘Latón’ le agarra ‘camote’ al viejo gringo y lo invita a una encerrona en su mansión mexicana, donde termina con dos mujeres en la cama. Pero como todo viaje, este tiene que terminar.

El FBI está desesperado porque sus informantes aseguran que el cártel tiene a una ‘mula’ estrella que bate récord transportando droga y del que nadie conoce ni se tiene fotografía. Solo saben que lo llaman ‘Tata’. Gracias a este largometraje se engrandece su enorme leyenda. Apago el televisor.

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