Nuestro columnista habla sobre el escritor Norman Mailer.
Nuestro columnista habla sobre el escritor Norman Mailer.

Este Búho ha escrito ríos de tinta sobre el escritor norteamericano Norman Mailer (New Jersey 1923 - Nueva York 2007). Desde aquel bendito día que adquirí en oferta, en el jirón Quilca, un libro de un escritor del que solo había escuchado hablar pestes por parte de mis amigas feministas, y maravillas de mis amigos periodistas, poetas y narradores. La novela era ‘El parque de los ciervos’, justamente de Mailer. No sabía que después de esa lectura se convertiría en uno de mis imprescindibles referentes en el mundo de la literatura, pues no soy de los puristas que solo ven el lado literario de los autores. Siempre he preferido a escritores que hicieron de su vida también una novela, con todos los matices posibles, como Edgar Allan Poe, Ernest Hemingway, Charles Bukowski o Truman Capote, curiosamente, todos norteamericanos.

‘El parque de los ciervos’ no era su primera novela ni la mejor. La crítica se rindió ante su monumental primera obra ‘Los desnudos y los muertos’, donde narra sus terribles experiencias en la Segunda Guerra Mundial. Pero no fue solo un escritor. Fue un protagonista de su tiempo y se enfrentó a los poderes fácticos de la conservadora y excluyente sociedad estadounidense. Peleó y sufrió por ello, porque tenía calle y le gustaba boxear, pese a que había estudiado en la Universidad de Harvard. Vivió en el impávido Brooklyn. Ejerció también brillantemente el periodismo, fue guionista y director de cine, comentarista provocador en televisión, donde llegó a agarrarse a trompadas con sus oponentes, pero se graduó con honores de borrachín, adicto a los placeres extremos y buscapleitos profesional, no solo contra el poder, sino hasta con sus parejas.

Estuvo casado seis veces y a una de sus esposas, Adele Morales, de origen peruano, la acuchilló en una riña conyugal en su departamento, durante un ‘tono’ en el que pretendía recaudar fondos para su campaña electoral. ¡El fogoso Mailer postulaba a la alcaldía de Nueva York! De este increíble episodio en la vida del escritor y de la misma política estadounidense de aquellos convulsionados años sesenta trata el remate de esta columna.

V. S. Naipaul, notable escritor inglés nacido en Trinidad y Tobago, premio Nobel de Literatura 2011, tenía 26 años cuando viajó a Nueva York con la finalidad de seguir un extraño fenómeno: la candidatura de un escritor contestatario pero explosivamente mediático como Mailer, apoyado por un grupo entusiasta de jóvenes idealistas con inclinaciones de izquierda.

Naipaul estuvo al lado de Norman a lo largo de su campaña, y sus crónicas, reunidas en un ensayo titulado ‘Nueva York con Norman Mailer’, son reveladoras. En ellas, poco a poco describe cómo la ‘moledora de carne’ del poder político de la Gran Manzana va despellejando la ilusión de un ‘ingenuo’ Mailer y su grupo de fogosos seguidores. Las crónicas del genial escritor británico nos introducen en la debacle de su candidatura, cuando sus propios seguidores y miembros de campaña se distancian del escritor: ‘Hablaban menos de ‘Norman’ y más del ‘candidato’ y por su tono parecía que el día de las elecciones sería un día de sacrificio’, escribe.

También relata que en el local de campaña, el eslogan principal fue pintarrajeado con obscenidades contra el candidato, pero tímidamente solo colocaron las iniciales ‘N. M.’ O sea que el escritor tenía enemigos dentro. Naipaul vaticinaba su catástrofe porque, ‘en los supuestos debates televisivos, solo dejaban un minuto para explicar las propuestas’. En esa situación no ganaba un tipo como el escritor, que necesitaba meditar sus respuestas y luego explayarse. No le alcanzaba el tiempo. ‘Allí ganaban los políticos’. Los que hablaban lo justo, lo ya premeditado y lo que les convenía decir para obtener votos. Mailer no era un político, era un escritor metido en política. El cronista finaliza sosteniendo que sus ideas eran estupendas, ‘elementos de fantasía muy seductores’: eliminación de los automóviles en todo el centro de Manhattan (un monorriel rodearía la ciudad - estado), bicicletas públicas y gratuitas, y un domingo sin tráfico al mes, un ‘domingo feliz’, en el que ‘lo único que volaría serían los pájaros...’, así hablaba Mailer en campaña. Pero lo único que ‘voló’ para él fueron los votos, que se fueron a otro lado. Apago el televisor. Pico

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