Este recibe correos de sus lectores jóvenes: “Nosotros no nacimos cuando Perú le ganó al equipazo de Argentina en Lima, por las Eliminatorias al Mundial México 86. El equipo que luego ganaría el campeonato del mundo con como estrella. Hemos visto por televisión, cuéntanos sobre esa alucinante marca de Lucho Reyna a Maradona”.

Nunca olvidaré esos dos partidos. Estaba en San Marcos enamorado de Anita. El histórico cotejo en Lima, el del triunfo con gol de Oblitas, lo vi en su casa. Su viejito, el trabajador más antiguo de la fábrica de Cementos Lima, al que llamaban con cariño ‘Moradito’, renegaba por mis gritos desaforados frente al televisor y le decía a su hija: ‘Tu enamorado es loco’. Era junio de 1985. La insania de Sendero Luminoso enlutaba miles de hogares y nos sumía en la oscuridad de los apagones y los asesinatos despiadados contra la población civil. Alan García, un joven aprista, había ganado la Presidencia con la promesa de ‘un futuro diferente’ a partir del 28 de julio.

Al final, fue un gobierno desastroso con hiperinflación y corrupción. Perú tenía a los jugadores mundialistas como una columna vertebral de aquella selección: Acasuzo, Olaechea, Cueto, Velásquez, Uribe y Oblitas eran la sangre experimentada, acompañados por jugadores jóvenes y desequilibrantes. Argentina era el favorito porque tenía a Diego Armando Maradona, el mejor jugador del mundo. Y a estrellas como Fillol, Valdano, Pasarella. Teóricamente, la lucha estaba entre los albicelestes y los peruanos. Colombia y Venezuela estaban de ‘mantequilla’. Pero Argentina ganó angustiosamente 3 a 2 a Venezuela en San Cristóbal y Perú, con gol de Uribe, 1 a 0. Sin embargo, la selección de Moisés Barack perdió un punto de oro en Lima con Colombia y guillotinaron al entrenador: le ofrecieron el buzo a varios, como Marcos Calderón y otros, pero nadie quiso agarrar esa ‘papa caliente’. Solo el ‘Niño Terrible’ Roberto Chale aceptó el reto. Debutó goleando a Venezuela en Lima 4 a 1. El equipo había resurgido. Venía Argentina con Maradona. Teníamos que ganar y luego imponernos en Buenos Aires si queríamos ir a la justa mundialista.

Chale me contó la historia de cómo se le ocurrió esa ‘marcación estampilla’ de Reyna a Maradona. Fue en su casa de San Borja, junto a Ruckelly. Había visto cómo un jugador chibolo de Venezuela ‘asfixió’ a Maradona. “En mis tiempos de jugador recibí esas marcas de los que te ‘respiran en la nuca’. Me desperté y decidí que un jugador se tenía que sacrificar. Olvidarse de todo y solo anular a Diego, seguirlo por toda la cancha, sin pelota. En el entrenamiento previo grité: ¡Quién quiere marcar a Maradona como estampilla, olvidándose de construir ni figurar! Todos se quedaron calladitos.

Después de un largo silencio, escucho un grito: ¡Yo, profe! Era Lucho Reyna. Yo lo vi y le grité: ¡Tú juegas!”. Chale me relató que el problema fue sacar a uno de esos jugadores de lujo que tenía en la volante, Cueto, Velásquez, Uribe. Necesitaba eliminar a uno ellos para poner a Lucho. Alianza era la mitad del país -rememoraba Chale- no podía sacar a Cueto ni a Velásquez, tuve que sacrificar a Uribe, un jugadorazo que después la rompió en Buenos Aires. Luego todos querían levantar la mano, pero ya estaba decidido. Reyna anularía al ‘Pelusa’. Cuando Lucho apareció en el equipo titular, la gente pensaba ¡Chale se volvió loco! Pero desde el primer minuto supimos que el técnico nacional tenía una estrategia inédita en la historia del fútbol.

Reyna nunca le metió una patada artera a Maradona, como Camino a Franco Navarro, a quien sacó del campo. Pero cruzó la línea. No solamente se le pegaba cuando Argentina atacaba o Diego tenía el balón. Cuando la pelota estaba muy lejos, el nacional tomaba de la camiseta al ‘Pelusa’, hasta lo derribaba. En esas épocas no existían las reglas de ahora. El árbitro Hernán Silva (Chile) no veía nada. Perú, a pesar de esa asfixiante marca de Reyna, ganó merecidamente. Apago el televisor.

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