Este Búho continúa recibiendo correos de sus jóvenes lectores. ‘Búho, sigue escribiendo sobre los en Buenos Aires’. Para empezar, tengo que decirles que cuando se llega a la capital Argentina en medio de un ambiente futbolero, como partidos de Copa Libertadores o Eliminatorias Mundialistas, el clima que se respira es otro. En la calle Corrientes, frente al Obelisco, en las estaciones del Metro o en el barrio de La Boca, que ya no es tan bravo como lo pintan porque es parada obligatoria de los turistas de todo el mundo que visitan Argentina. Ya está ‘blanqueado’ para visitantes de todas las edades, sobre todo el adulto mayor extranjero, que va para bailarse un tanguito con una bailarina profesional porteña en minifalda negra que le pone la pierna en el pecho para la foto y así se va al otro mundo en paz. Ninguna empresa de tours podría hacer un recorrido por Renovación, en La Victoria, por ejemplo, pues ese sí es un barrio ‘picante’. Por ello, mi amigo peruano residente en Argentina, pero nacido en Los Olivos, el terrible ‘Manu Esponja’, me escribió por el ‘Face’: “Tío, los peruanos de Buenos Aires caminamos de madrugada por La Boca cantando ‘Contigo, Perú’ y los porteños nos miran calladitos. Esos son malosos y se agarran con los de River, pero respetan a los ‘peruchos’ que vienen de Corongo, Chacaritas, San Juan de Lurigancho, Villa El Salvador, Collique, el Rímac, Barrios Altos o Florencia de Mora de Trujillo. Incluso, te dicen: ‘Che, con un empate estamos al pedo. Hay que eliminar a Chile’. Así que tío, aquí la barra se hará sentir”. Es verdad. Pese a que las autoridades del fútbol argentino les dieron miles de entradas a los líderes de las barras bravas para que vaya lo más lumpen posible a hinchar por Messi y compañía, el diario Clarín señaló que ni bien se acabaron las entradas, por Internet se ofrecían las mismas a cuatrocientos dólares.

La dirección era nada menos que el club Leopardi de Villa Luro, un espectacular complejo con canchas, bochas y saunas, cuyo propietario es un ‘millonario’, no por ser de River, sino porque sin leer ni escribir se hizo rico portando revólveres y cachiporras. Él es Mauro Martín, jefe de la barra boquense. Esas entradas van a ir a parar no a ‘barras bravas’, sino a turistas y aficionados ‘golondrinos’. Pero bueno, Perú nunca arrugó en un partido oficial contra los gauchos. Jamás olvidaremos ese memorable partido entre Argentina y Perú de junio de 1985, con el gran Maradona y Reyna nuevamente marcándolo. Otra vez Uribe en la banca porque Franco Navarro le había ‘quebrado’ la cintura a Passarella en el gol de Oblitas en Lima. Por eso Julián Camino salió a ‘romper’ a Franco a los cinco minutos, una falta artera, sin bola, criminal. El brasileño Arppi Filho debió sacarle roja, pero solo le puso amarilla. Gracias a ese ‘favor’, el influyente Julio Grondona lo impuso en la FIFA para que dirija la final del Mundial de México. Tiempo después, cuando Camino se encontró con Navarro en un partido de Estudiantes - Independiente, le pidió perdón. En otro encuentro le revelaría la verdad. Por años se dijo que Bilardo había ordenado a Julián el cobarde ataque. Pero Camino confesó que fue Passarella, quien humillado les había pedido a Garré y Giusti que ‘partan’ al chibolo que lo había ridiculizado en Lima. Estos se negaron y el ‘Kaiser’ mala leche le ordenó al joven Camino que haga el ‘trabajito’. Entró Uribe y la destruyó. Pivoteó, ganándole a Passarella, para que José Velázquez coloque el 1 a 1. Luego, minutos después, Cueto se convirtió en un fantasma, pasó por piernas argentinas como si fuera transparente y colocó un pase milimétrico a ‘Patrulla’ Barbadillo, que sobró a los defensores argentinos y de ‘cuchara’ estableció el 2 a 1 que nos dejaba en el Mundial de México. Estábamos a ocho minutos de la hazaña, hasta que Gareca anotó ante un foul de Pasculli a Chirinos. Perú no fue al Mundial. Gareca tampoco. Hoy, tanto la selección como el ‘Tigre’ pueden sacar el boleto a Rusia. Es hora de revanchas. Apago el televisor.

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