César Hinostroza Pariachi (Foto. Archivo GEC)
César Hinostroza Pariachi (Foto. Archivo GEC)

Este Búho lamenta que ante este enfrentamiento entre las fiscales Rocío Sánchez y Sandra Castro, la emblemática investigación del caso de los magistrados corruptos de ‘Los Cuellos Blancos del Puerto’ corra riesgo de perderse. Algo realmente absurdo que solo beneficiaría a esos ‘cucarachones de tribunal’.

Tengo que ingresar al túnel del tiempo para recordarles a los peruanos de quiénes estamos hablando. El 4 de octubre del 2018, el ‘Hermanito’ César Hinostroza llegó al Pleno del Congreso ‘fujiaprista’ creyendo que lo iban a blindar tras el escándalo de los audios en los que aparecía como un corrupto de temer.

Pero la aparición de más grabaciones vergonzosas y, sobre todo, la conversión de Antonio ‘Toñito’ Camayo a aspirante a ‘colaborador eficaz’ cambiaban la figura. Ni Becerril salió a darle la mano. El juez hizo de tripas corazón al ver cómo lo lapidaban por unanimidad para destituirlo e inhabilitarlo por diez años y así mandarlo donde merecía, a la cárcel.

Este columnista vio en la cara de Hinostroza, cuando se retiraba del Parlamento, la mueca que hacen los picones en su barrio después de haber perdido una bronca: ‘¡ya se cag...!’. Y se lo decía a los fujimoristas, porque supuestamente él nunca ‘echó’ a nadie ni dijo quién era la ‘señora K’, a pesar de que todo el país sabía quién era y solo faltaba su ratificación.

Se fue en auto a Tumbes, pues no podía dejar registro en el aeropuerto Jorge Chávez. El domingo 7, en plenas elecciones municipales y regionales, cruzó caminando el puente de Aguas Verdes. Allí, un taxista le cobró doscientos dólares para llevarlo a Guayaquil. El ‘caña’ no sabía quién era su pasajero, porque sino le pedía el triple.

Al llegar a su destino, abordó el primer avión a Europa. Su esposa y cómplice, que increíblemente nunca fue incluida en la investigación, voló a Madrid el 11 de octubre. Su hija ya vivía meses antes en la capital española. Pagó en efectivo un boleto en clase turista a Ámsterdam. Allí tendría tres días para visitar el ‘Barrio Rojo’ antes de llegar a la capital española. En ese país pidió protección policial y asilo por persecución política ¡en una comisaría!

La verdad es que, en estos audios de la ‘repartija’, vergüenza y corrupción, hay algunos que deberían figurar en la ‘historia universal de la infamia’. El tremendo juez César Hinostroza protagoniza el más execrable y vil de todos, aquel que hace llorar a las madres de familia y pone rojos de ira e indignación a los padres.

Fue en el juicio por violación de una niña de trece años, a quien un miserable atacó en un hostal. En primera instancia, el acusado fue condenado a 30 años de prisión y la defensa pidió recurso de nulidad y el caso llegó a la Segunda Sala Transitoria de la Corte Suprema, de la que Hinostroza era miembro y donde se supone que iban a refrendar la pena.

Allí el juez, increíblemente, sustentó una posición que favorecía al violador, aceptando su versión de que la muchacha de trece ‘aparentaba más edad, como de catorce o quince’. Además, el magistrado, para favorecer al imputado, señaló que habían sostenido más de una relación sexual después de la primera, donde fue forzada.

En su ponencia, se encargó de desbaratar el testimonio de la niña, quien afirmó enfáticamente que fue ultrajada. O sea, para el juez supremo, ‘en la primera oportunidad sí hubo violación sexual y en un segundo encuentro sexual, no; entonces, no hay violación’.

‘HERMANO, AYÚDAME CON LA VIOLACIÓN’

CH: Aló, ¿sí?

AR: César, hermano. Un favor, hace tiempo me comentaste de una sentencia que emitió tu sala con relación a un tema de violación, en la cual la criatura tenía trece años creo, cerca de cumplir catorce años.

CH: Sí.

AR: Y eso generó que favorecieran al supuesto infractor o al supuesto agresor. ¿Te acuerdas de esa sentencia?

CH: Sí, sí, sí. Esa es la casación... del Santa, del Santa, es un precedente vinculante.

AR: Tú serías tan amable de hacérmela llegar, hermano, ¿por favor?

CH: Con todo gusto, compare. En una hora, más o menos, está en tu despacho.

AR: Ya, hermanito, gracias.

¡Increíble! Apago el televisor.

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