Este Búho sube a su carrito y recorre esta inmensa ciudad. Recibí la llamada del director del diario: “Búho, la mejor manera de entender nuestra sociedad es conversando con nuestros compatriotas, con el ciudadano de a pie. Preguntándoles cuáles son sus necesidades y sus preocupaciones,.

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Es así como enrumbo hasta la periferia sur de Lima. El calorcito ha motivado que más personas asomen a las calles. Las carretillas de cebichitos al paso abundan, los ambulantes de gaseosas heladas acechan en cada semáforo. Los vendedores de caramelos se han renovado y ahora ya no ofrecen golosinas, sino desinfectan buses y combis.

Entre peruanos y venezolanos se confunden en estas labores. La capital parece más informal que de costumbre. En el muchas mamitas llegan temprano para hacer sus compras. En un lugar tan abarrotado como este centro de abastos, no descuidan su salud y se preocupan por usar correctamente sus mascarillas y desinfectarse las manos con alcohol.

Cuando me acerco a consultarles sobre sus compras del día, responden a bocajarro: “Señor periodista, todo ha subido. Antes hacía mercado con 20 soles y ahora con 30 o 40 soles. No sabemos qué hacer para estirar el dinero”. El cambalache político ha afectado al peruano trabajador. La inestabilidad creada desde el Ejecutivo, con sus actitudes amenazantes, contradictorias, descoordinadas y disparatadas, terminaron de dinamitar una economía que con la pandemia ya estaba moribunda.

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Esto afecta, sobre todo, a quienes se rompen las espaldas durante diez o doce horas. Son esos peruanos que ganan el sueldo mínimo los que más padecen. También sufren los pequeños empresarios, que ya no pueden abastecer sus negocios porque todos los precios han subido, ni pueden pagar los alquileres de sus locales y que por obligación deben reducir la cantidad de su personal.

ECONOMÍA EN CUIDADOS INTENSIVOS

Es así que, con una economía en cuidados intensivos, con un dólar que se dispara día tras día, muchos compatriotas han perdido sus puestos de trabajo. Aquí nomás, en este inmenso mercado de la capital en donde estoy parado, hay varios puestos cerrados y sin indicios de que vayan a abrir pronto. Ellos no piden limosnas, bonos, ni ninguna medida paliativa, quieren un trabajo honrado y que les permita vivir dignamente.

Tal vez esa cruda realidad no la ve el presidente Pedro Castillo porque lejos de generar un clima de paz, de estabilidad, de calma, tuvo la impertinente idea de colocar en su gabinete un premier impresentable, de chata calidad moral, misógino, malcriado y necio, que lo pechó en los dos meses que ejerció su cargo.

Con más voluntad de obedecer a Vladimir Cerrón y a esa facción radical de Perú Libre. Felizmente, el profesor, a mitad de carrera, se animó a coger las riendas de un gobierno que galopaba sin rumbo, desconectado de la realidad, del pueblo.

¿Vendrán tiempos mejores? No lo sabemos. En las calles, no hay mucho optimismo. Quién lo tendría en estos momentos, cuando ya ha quedado demostrado el paupérrimo nivel político, de liderazgo y de gestión del chotano.

“LA GASOLINA HA SUBIDO Y TAXEAR NO ME RINDE”

“La gasolina ha subido y ahora taxear ya no me rinde. Si se me malogra el carro, repararlo será imposible”, me dice un taxista, que sabe que los repuestos se importan. Cerca de Ciudad de Dios está el terminal pesquero de Villa María del Triunfo. Aquí llegan cientos y cientos de empresarios del rubro gastronómico.

Así como el pollo, el pescado también ha subido su precio. Antes un kilo de chita costaba 25 soles, hoy supera los 50. Esto ha tenido como consecuencia el aumento en los costos de los platos.

“Y ahora se ha reducido la cantidad de comensales. Nosotros como empresarios perdemos, pero hay que seguir chambeando, señor periodista. Si el negocio no mejora, también deberé cerrar mi negocio”, me dice un joven cocinero norteño que tiene su puestito cerca del terminal. Allá voy con él. Dice que prepara la mejor chita al ajo de la zona. Y sí. Tiene razón. Aquí me quedo. Apago el televisor.

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