Este Búho en estos tiempos de aislamiento obligatorio se permite recordar a un escritor que con solo una novela, la tremenda e icónica ‘El guardián sobre el centeno’ (1951), se convirtió en un autor de culto. La novela trata sobre Holden Caulfield, un adolescente de Nueva York que es expulsado de varias escuelas. Muy pocas personas le caen bien y piensa en fugarse de casa. Por su lenguaje provocador y por tratar sobre la sexualidad adolescente con pocas reservas, la obra fue controversial en su tiempo.

Jerome David Salinger (1919-2010) hizo algo que podría calificarse de un contrasentido para un novelista que alcanza la celebridad y la fama. En 1965, catorce años después de haber publicado su mítica obra, decidió autoexiliarse, retirarse del ojo público. No reportajes, no entrevistas, no conferencias, no fotos, no exposición mediática. ‘JD’, como se le conocía, hubiese sido feliz un domingo en el ‘aislamiento obligatorio’ ordenado por Martín Vizcarra.

Tras convertirse al budismo, terminó por autoexiliarse en el más puro ostracismo, a tal punto que se fue a vivir en una cabaña de madera como un ermitaño, dispuesto a defender con uñas y dientes el no querer ver más al género humano. Así vivió en un bosque de Cornish, New Hampshire, odiando a quienes sentían admiración por él después de haber caído hipnotizados por su obra. Cuanto más cerraba la boca y se escondía, cuanto más rechazaba decenas de miles de dólares por una entrevista o un reportaje televisivo, aparecían más paparazzi que pretendían burlar las trampas para osos o los disparos de escopeta del escritor para ahuyentar a los acosadores e intrusos.

Para mala suerte de ‘JD’, en diciembre de 1980, Mark Chapman, el joven que asesinó a John Lennon después de dispararle, se sentó en las escaleras del edificio ‘Dakota’ y se puso a leer ‘El guardian sobre el centeno’ mientras esperaba que llegue la policía. Ese libro se convirtió en casi un ‘manual’ para decenas de miles de adolescentes ‘rebeldes’ de Nortemérica.

Lo alucinante de la personalidad del novelista es que si bien se había retirado del ojo público, seguía escribiendo. ¿Pero para quién si había declarado que nunca más iba a publicar? Aunque se había aislado físicamente, se sabía que mantenía una profusa correspondencia epistolar con viejos amigos e incluso con jovencitas que le escribían hasta declaraciones de amor. Las voraces editoriales contrataron a Ian Hamilton para que escriba una biografía de ‘JD’ y este consiguió decenas de cartas de amigos y amigas del escritor para armar el libro, ‘En busca de J.D. Salinger’ (1988).

El novelista no salió de su encierro, pero envió a sus fieros abogados que lograron un fallo judicial favorable: las cartas no eran de quien las recibió, sino de quien las escribió. Sin embargo, el escandalo sirvió para que el libro de Hamilton fuera un boom editorial y se tradujera en infinidad de lenguas. ‘JD’ nunca pudo disfrutar su aislamiento en paz porque hasta su propia hija Margaret también publicó un libro: ‘El guardián de los sueños’ (2000), donde lo presenta como un padre desnaturalizado y aborrecible.

‘El chico judío de Park Avenue’, como lo vacilaba Truman Capote en su controvertida obra ‘Plegarias atendidas’. Tuvo una historia de amor trágica y Truman la contó. Se burlaba del desplante que le hizo Oona, hija del dramaturgo y Premio Nobel Eugene O’Neill, quien era novia de Salinger. Cuando ‘JD’ iba a entrar en combate en Europa, en la Segunda Guerra Mundial, se enteró por un periódico de que su amada iba a casarse con el famoso actor y director Charles Chaplin, ¡36 años mayor que ella!

Ese episodio, su participación en combates sangrientos en Normandía, pero sobre todo su visión de los campos de concentración nazis, fueron tal vez los golpes que trastocaron su personalidad. Cosas de genios. Apago el televisor.

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