Este Búho considera que nunca se le ha rendido un sincero y, a pesar de que cuando murió fue noticia de primera página en todos los suplementos culturales de los diarios y revistas del mundo.

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Su libro ‘Trópico de Cáncer’ fue, en su momento, catalogado como ‘novela maldita’ o ‘manual de pornografía barata’, por los críticos conservadores más desaforados. Era una obra autobiográfica sobre las alucinantes experiencias que vivió Miller a su arribo a París. Llegó con la ilusión de vivir, escribir y que le pagarían por ello, como a su amigo Ernest Hemingway.

O al menos tener alguna aureola heroica como su erudito y paisano neoyorquino John Dos Passos, pero Miller no era como ellos. Hasta cumplir los veinticinco abriles, aquel joven de la Gran Manzana no había escrito nada, no tenía ningún cachuelo digno.

Lo único en lo que había destacado era en haberse acostado con cuanta mujer se le cruzaba entre Brooklyn y Manhattan. Había descubierto el sexo con una mujer mayor que él, Pauline Chouteau, que por edad podría haber sido su madre. Pero tampoco le era fiel, pues decían que podía hacer el amor tres o cuatro veces al día, y luego una más con su esposa.

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Hablamos de quince años antes de ‘Trópico de Cáncer’. Un lengualarga como el escritor Norman Mailer -admirador y continuador del estilo ‘homo eroticus’ de Miller y también su discípulo- dijo que se le podía catalogar como el mayor prosista americano del siglo XX, incluso por encima de Faulkner y a la par con Hemingway.

Sin embargo, la nefasta crítica ‘progre’ literaria no le concedió ningún premio ni lo defendió cuando tipificaban su obra como literatura ‘pornográfica’ y la proscribían en Estados Unidos.

Mesa Redonda
Han pasado 20 años de la tragedia de Mesa Redonda.

Contrajo primeras nupcias con una pianista llamada Beatrice Wickens, con la que tuvo a su primera hija, Barbara. Se casó varias veces -con Janina Lepska, Eve McClure y la japonesa Hiroko Tokuda-, tuvo dos hijos más, pero el matrimonio que marcó verdaderamente su vida completa fue el segundo, con la célebre ‘June’ Edith Smerth, a quien retrató en sus volcánicos encuentros sexuales en su libro con el seudónimo de Mona.

HENRY MILLER, ANÏS NIN Y JUNE

La relación a tres bandas entre Henry Miller y Anaïs Nin, y a la vez Anaïs amante de su esposa June, es uno de los capítulos más intensos, escabrosos y mitológicos de su biografía y su literatura. Al punto que se estrenó la película ‘Henry y June’ (1990), de Philip Kaufman, con Fred Ward como Henry, Uma Thurman como June y María de Medeiros como Anaïs.

June era una bella bailarina de music hall que impresionaba. “La mujer más bella de la tierra”, escribió Anaïs en sus volcánicos diarios titulados ‘Fuego’. “Un rostro sorprendentemente blanco, ardientes ojos negros”.

June compartía la sexualidad telúrica de Miller, eran la pareja perfecta para adentrarse en la ciudad de la lujuria, el París de la post Gran Guerra, que visitaron juntos a finales de los años veinte.

Su relación duró una década, la más importante de su vida personal y literaria. Nin era una bella joven escritora, hija de cubano, con muchos contactos, y fue quien promovió la publicación de ‘Trópico de Cáncer’.

RECONOCIMIENTO TARDÍO

El reconocimiento llegó tarde de parte, primero, del ‘underground’ literario y luego de la ‘crítica oficial’. Pero antes, la publicación de su novela le acarreó un humillante proceso legal, acusaciones de ‘obscenidad’ y ‘pornógrafo’.

Ya con el tardío reconocimiento, Miller se estableció en el sur de California, en un lugar bucólico, cerca del mar. Era una celebridad, lo buscaban las jóvenes universitarias. Pero el final del viejo espadachín no pudo ser consecuente con su aureola de ‘macho man’. Los años son implacables.

A los 84 años conoce -o mejor dicho, ella lo busca- a una espectacular veinteañera, Brenda Venus. Bailarina y actriz que debutó en un filme de Clint Eastwood, en 1975. El maestro ya estaba separado de la japonesa y la recibió con los brazos abiertos.

Le escribió ¡1500 cartas de amor y sexo! Quienes lo conocieron aseguran que Brenda encendió en el viejo Henry sus antiguos fulgores de la época de ‘Trópico...’.

En una de sus cartas a Brenda le escribe: “Te llamé anoche hacia las diez y no me contestaste. ¿Estabas afuera o en la cama con otro amante?”. Estuvieron cuatro años y ella, fiel a su viejito, nunca quiso hablar de su relación sexual con el escritor. Lo dejó todo a la imaginación de los morbosos lectores de su anciana pareja. Apago el televisor.

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