Este Búho, en esta columna, no va a escribir sobre el coyuntural tema de Keiko y su ‘lluvia de millones’. Voy a ingresar al ‘túnel del tiempo’ y recordar la historia de cómo llegó Alberto Fujimori a la presidencia. Fui testigo de ello, pues en parte, su ascenso en las encuestas se debió a que lo apoyó decididamente un periódico dirigido por un habilísimo y experimentado periodista que fundó un diario que debía inflar a cualquier candidato que pudiera ganarle a Mario Vargas Llosa, pues este último había prometido, en sus casi dos años de campaña electoral, que iba a investigar todos los casos de corrupción que involucraban al entonces presidente Alan García. Por ello, ese diario fue financiado por hombres de la entera confianza del mandatario aprista que estaba de salida. Ese apoyo vital y decisivo logró llevar al rector de la Universidad Agraria a la segunda vuelta.

Pero esto no hubiera sido posible con solo ese apoyo periodístico, pues se juntó con algo más importante: el pueblo peruano estaba harto de los partidos políticos tradicionales, sobre todo del gobierno, donde campearon la hiperinflación, la escasez, los ‘paquetazos’ y, lo peor, una corrupción gubernamental que involucraba directamente al propio jefe de Estado. Por eso, fue el diario de Alan García el que lo hizo despuntar y pasar a la segunda vuelta, relegando a los candidatos del Apra y la izquierda.

El mandatario fue a abrazarse con el inmenso director y a tomarse un whisky ‘por su triunfo’. Y eso a mí nadie me lo contó, porque lo vi con mis ojazos de Búho, pues estuve allí y recorrí la cancha en esa alucinante segunda vuelta, calificada por la prensa internacional como ‘la campaña electoral más sucia en la historia de América Latina’. Pero ubiquémonos en aquella ‘guerra sucia’ de la segunda vuelta de 1990 y en el comportamiento del papá de Keiko.

LA PRIMERA MENTIRA DEL CHINITO DEL TRACTOR: Ya como candidato en las elecciones presidenciales de 1990, el ingeniero Alberto Fujimori demostró ser un émulo de ‘Pinocho’. Pero no fueron mentiras pequeñas o piadosas, fueron embustes gigantes que, incluso, lo ayudaron a ganar, porque su adversario, Mario Vargas Llosa, dijo la verdad. En su libro ‘El rostro oscuro del poder en el Perú’, el sociólogo Francisco Loayza, asesor primigenio del ‘Chino’, cuenta que ni bien terminó la primera vuelta con el triunfo de Mario Vargas Llosa y un Fujimori segundo, pero que con el seguro apoyo del Apra y la izquierda para poder derrotarlo, el candidato sorpresa lo convocó una noche a su casa de Monterrico. Estaban, entre unos pocos, Loayza y el economista Jorge Chávez y Fujimori estaba devastado, desesperado. Allí hizo una confesión que dejó petrificados a todos: “No tengo plan de gobierno, programa, no tengo nada. Yo postulé porque quería ser senador, nunca imaginé que podía disputar la presidencia. ¡Ayúdenme, prepárenme el programa!”. Primera gran mentira: hizo una campaña diciéndole a la gente que tenía un plan para desarrollar al Perú, cuando no contaba con plan de gobierno.

‘ME INTOXIQUÉ POR COMER BACALAO’: En la misma campaña de segunda vuelta, se consagró como el rey de las mentiras. Ambos candidatos habían prometido a la prensa que después de los días de reflexión y estudio de sus programas de gobierno, iban a exponer los mismos en sendas conferencias de prensa. Vargas Llosa llegó a la cita con los periodistas y cumplió, pero en el hotel donde esperaban a Fujimori, este brilló por su ausencia. En su lugar se apareció su esposa, Susana Higuchi, quien dio una excusa insólita para justificar la no presencia de su marido: “El candidato Fujimori se intoxicó por comer bacalao y se encuentra en estricto reposo”. Luego, en el debate electoral, Fujimori acusaría al novelista de planear hacer ‘un shock económico’ que iba a matar de hambre a los pobres, y más bien prometió: ‘¡Yo no voy a hacer shocks!’. El arequipeño, que reconoció que tenía en sus planes un sinceramiento de una economía arruinada y con un país ‘inelegible’ por los organismos financieros internacionales, por culpa del populismo de García, tenía todo un plan de ayuda social; sin embargo, perdió.

En cambio, el nuevo presidente y su ministro Juan Carlos Hurtado Miller aplicaron, sin ningún tipo de programa de ayuda social, un severo shock sin parangón en toda Sudamérica. Pero no voy a ser mezquino, pues en los diez años en el poder se las arregló, paralelamente a las corruptelas monumentales de su socio y ‘siamés’ Vladimiro Montesinos, para lograr varias importantísimas transformaciones en la economía de una nación que se iba a la deriva. Me quedé corto. Esta historia continuará. Apago el televisor.

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