Este cree que el destino es circular, como cantaba el gran Federico Moura del grupo argentino ‘Virus’. Hace veintinueve años me levanté de mi indescriptible dormitorio, en el sexto piso de un edificio en la Unidad Mirones. Tenía un televisor grandote, en blanco y negro, marca ‘Andrea’, que pasó a ser de mi propiedad cuando llegó la TV a color a mi casa. Y un viejo radio con tocadiscos.

Era diciembre de 1987, se acercaba la Navidad y las noches eran pura bohemia. Prendí, como un autómata, la radio. Estaba en una estación deportiva, porque había estado oyendo el partido del, en Pucallpa. Lo que escuché me hizo saltar de la cama.

No sé si era mi tío Elejalder Godos, o mi chochera ‘Lalo’ Archimbaud, o el recordado Pepe Carrión, ‘La voz de la emoción’. Pero el locutor lloraba, ¡¡el avión de los ‘potrillos’ ha desaparecido en el mar de Ventanilla!! ¡¡Parece que no hay sobrevivientes!! Ponían la canción de Alianza, esa que salió cuando campeonaron en 1978 con Cubillas, Sotil, Cueto, La Rosa y ‘Caíco’. Juro que unas lágrimas rodaron por mis mejillas. No era hincha íntimo, sino crema, pero no podía creer que un equipo con una generación de futbolistas que pintaban para renovar el fútbol peruano, desapareciera de la faz de la tierra.

‘Pacho’ Bustamante, Luis Escobar, José Casanova, ‘Pechito’ Farfán, Daniel Reyes, Gino Peña junto a los experimentados José ‘Caíco’ Gonzales Ganoza y el gran entrenador Marcos Calderón, habían humillado a la ‘U’.

Era una broma del destino. Veintinueve años después, igualito, ayer me levanto, esta vez con gripe. Enciendo la TV inteligente y me sale una noticia que me dejó lelo. en el ‘Cerro Gordo’, cerca de Medellín, donde iba a disputar el primer partido de la final de la Copa Sudamericana con Atlético Nacional’. Los brasileños habían dejado fuera a un campeón de la Libertadores, San Lorenzo de Almagro.

Para este columnista se repetía la historia. Pero ahora pude llamar al director a su celular para coordinar una columna sobre el tema. En aquel diciembre de 1987 no había teléfonos móviles. Me bañé y tomé mi micro al centro, al suplemento de fin de semana del diario donde trabajaba y que hoy yace en el cementerio de papel. Lo editaba mi amigo, el escritor Óscar Malca. Él era un hincha acérrimo de Alianza, no sabía cómo abordarlo y darle mis condolencias.

Ya estaban en la Redacción ‘El bravo’ Eloy Jáuregui, fanático del Boys, pero admirador del fútbol quimboso de los ‘potrillos’. Agustín Pérez Aldave, también hincha del Boys, pero como buen chalaco se ofreció conseguir, con el tío salsero Carlos Loza y el recordado empresario de Héctor Lavoe, el ‘Gordo’ Hugo Abele, una lancha para que el redactor Carlos Páucar, sanmiguelino aliancista, y los fotógrafos Jaime Rázuri y Antonio Martínez recorran el litoral de Ventanilla.

Este redactor con otro fotógrafo, Néstor Díaz, íbamos a recoger testimonios de familiares, esposas, novias, amigos, entrenadores y pobladores de esa parte del Callao. Conseguimos historias interesantes y otras alucinantes sobre los finaditos.

Nunca olvidaré cómo el ‘Chato’ Malca hizo suyo ese dicho que ‘la edición debe continuar’, a pesar que estaba destruido por la tragedia. Uno puede estar predispuesto a aceptar que se muera un familiar muy cercano, un amigo, ¡¡pero no todo el equipo de tus amores!! Malca sacó una edición de colección que salió coincidentemente ¡¡un viernes 13!!

Como si hubiese sido una maldición del destino, así como desapareció todo el elenco de Alianza, el equipo completo de redacción del VSD también desapareció, pero para bien. Desde el primero de enero del siguiente año, a Malca lo contrataron para dirigir un suplemento dominical en otro diario también del centro y nos jaló a todos. Pero en la tragedia del club brasileño hay un ingrediente trágico adicional, que tiene que ver con nosotros, los periodistas.

Como el club por primera vez disputaba una final de un torneo importante a nivel sudamericano, permitieron que una delegación de periodistas de Santa Catarina y Sao Paulo viajara con los jugadores. Se apuntaron 22 redactores, fotógrafos, relatores y camarógrafos. Solo uno sobrevivió. Seguro eran los periodistas más felices de Brasil, cuando partieron. Pero esta es nuestra profesión, dicen que la más riesgosa del mundo.

En el accidente del Chapecoense murieron 71 personas entre tripulantes y futbolistas, y se salvaron seis. En el accidente del Fokker de Alianza Lima murieron, en el mar de Ventanilla, 43 personas entre los futbolistas que habían ganado en Pucallpa, comando técnico, ocho barristas, y tres árbitros. Solo sobrevivió el piloto de la Marina, Edilberto Villar Molina, quien sospechosamente nunca explicó en público las causas verdaderas del accidente y se fue a vivir a algún lugar de Estados Unidos o Inglaterra. La de Alianza nunca fue totalmente esclarecida. Apago el televisor.

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