Este Búho, después de más de treinta años de ejercicio ininterrumpido del periodismo, cree que puede detectar cuando está al frente de una leyenda. En tantos años pude entrevistar a personalidades del espectáculo, como Augusto Ferrando, ‘Chacalón’ o el bolerista Lucho Barrios. Eso sentí cuando conversé por primera vez con el enorme folclorista (Cerro de Pasco, 1953), quien el año pasado celebró sus 50 años de vida artística.

Fui testigo y cronista de aquel épico enfrentamiento entre las versiones del ‘Chato’ y de Amanda Portales en la llamada ‘Guerra del Pío-Pío’, en 1989. Ese año trabajaba en un diario que yace en el Cementerio de Papel y entrevisté por primera vez a Eusebio en su casa del jirón Restauración, en Breña. Tenía su escuela de música en el jirón Azángaro y era el productor y mánager de un grupo de jóvenes cantantes que la rompían: ‘Las chicas mañaneras’. De ahí saltaría a la fama la gran Sonia Morales o la renombrada ‘Chica Tormenta’ Beatriz Gamero.

Eusebio lo tenía todo. El ‘Pío Pío’, compuesto por él, con la melodía del músico Luis Anglas, era el tema más popular del Perú. Conducía su programa radial y tenía dos programas de TV. ‘Pero lamentablemente me dediqué al trago’, contó. ‘Chato -lo interrogo-, ¿cuál es tu récord de tomar seguido, dos o tres días?’ ‘No, hermano, ocho días he tomado seguidito. Pero eso sí, subía al escenario y nunca planté un show. Lo que no sabían es que tenía la barriga hinchada de tomar tanto café para seguir despierto’.

A este columnista le consta los excesos del ‘Chato’ de esa época ya superada. Una mañana habíamos quedado para una entrevista en su casa de Breña. Su madrecita -ya fallecida- nos lo negó. ‘No vino a dormir’, dijo nerviosa. ‘Señora, por favor, no nos mienta, está adentro ¿no?’, la interrogó la astuta fotógrafa Ericka Busse. ‘Sí, pero está borrachito el pobre’. ‘No se preocupe, ponga agua a hervir que vamos a comprar café’. Y así resucitamos al ‘Chato’ Grados para el reportaje titulado ‘La guerra del Pío Pío’. 31 años después nos encontramos en su departamento, en un condominio cerrado de El Agustino. ‘Ya no tomo, discúlpame si solo te ofrezco una Inca Kolita. Búho, tú sabes cómo era mi vida antes.

Hoy, no te voy a negar que me estoy muriendo, pero no se la pongo fácil a la muerte. En el 2017 me detectaron cáncer a la médula ósea’. Ese destino contra el que siempre nos rebelaremos se ensañó con él y sufre, para colmo de males, una insuficiencia renal crónica. ‘Felizmente, mi esposa Juanita Yarada Quispe aprendió a dializarme y aquí en mi departamento tengo las cajas de medicinas que llegan en montacargas’, dice, mientras posa para la foto con las bolsas de diálisis y su infaltable chalequito con el que realizaba sus legendarios zapateos. ‘Sin estas medicinas y el apoyo de mi esposa, me muero’, reconoce.

En 1989, escribí: ‘Si ahorita se muriera el ‘Chato’ Grados, la multitud acompañaría su féretro, llenaría la avenida Abancay desde el Congreso al Parque Universitario’. Eran las épocas del huaylash, del ‘Ese pollito que tú me regalaste...’, era el disco del folclore más vendido de la historia y el más pirateado.

‘Si me muero, igual por lo menos cinco cuadras de mis seguidores me acompañarán’, asegura. Pocos saben que jugaba de volante en Primera División en Pasco, que trabajó como recio minero y sufrió cárcel y persecución política por ser sindicalista. Tuvo que huir de su natal Atacocha. Su padre le dijo: ‘Hijo, no quiero que termines tus días en una mina y mueras con los pulmones destrozados. Tienes talento para la música, anda a Lima y no regreses’.

Huyó de su querida Atacocha disfrazado para eludir a los ‘soplones’ de la policía. Durante el concierto por sus 50 años en el coliseo Puno de Ate, el público se vino abajo cuando entonó el tema más reclamado: ‘Una patria sin pobres’, muliza de Bernardo Melgar grabada en 1987 y que le valió el premio, equivalente al Oscar del folclore, ‘La Mulicha de Oro’. Pero hoy está recluido en su departamento, atendido por su fiel Juanita y un sobrino.

Por eso, en estos días aciagos siempre canta una de sus últimas composiciones: ‘Gracias, señor’: ‘Tan solo quiero, cuando me muera/ junto a mi tumba esté mi guitarra/ que mis canciones sean la plegaria de esta mi vida, errante y bohemia’. El ‘Chato’ es una leyenda hoy olvidada por el Perú que gozó con sus canciones. ¿Será esta la canción de su despedida final? ¿Qué espera el Ministerio de Educación o el de Cultura para homenajearlo en vida por su gran trayectoria, no solo como músico sino como maestro formador de intérpretes? Apago el televisor.


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