Perú es un país eminentemente religioso y en gran medida, católico. (GEC)
Seño María

Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un ají de gallina con huevito duro, aceitunas negras, lechuga y, para tomar, un emoliente. “María, ahora que estamos en el mes del Señor de los Milagros, comprobamos una vez más que el Perú es un país eminentemente religioso y, en gran medida, católico.

En estos tiempos de tanta confrontación política, de odios, de violencia delincuencial extrema, creo que nos haría bien a todos, creyentes y no creyentes, poner en práctica enseñanzas como ‘amarás a tu prójimo como a ti mismo’ y mandamientos como ‘no matarás’, ‘no robarás’, ‘no darás falso testimonio ni mentirás’, ‘honrarás a tu padre y a tu madre’ o ‘no codiciarás los bienes ajenos’.

Estoy convencido de que la religión puede ayudar a hacernos mejores personas, pues promueve valores como el respeto, la honestidad, la solidaridad o la lealtad. Reconocidos psiquiatras destacan la importancia de la religión en el tratamiento de pacientes con adicción al alcohol, a las drogas, pues les da un rumbo, una meta por la qué luchar.

Por eso, quienes no creen en Dios deben respetar a los que sí tienen fe. Los padres deben inculcar valores en sus hijos y –aunque no pretendo convencer a nadie–, hasta el acercamiento de la familia a Dios, si creen que de esa forma podrán lograr que reinen el amor, el respeto y la unidad en su hogar. Algunos valores que deben ser enseñados a los hijos:

Respeto. Es reconocer, apreciar y valorar a los demás. Implica derechos y deberes, también saber escuchar a otros, cuidando de todas las formas de vida.

Amor. Nos motiva a velar por la felicidad y el bienestar del otro. Cuántas personas sin amor tienen abandonados a sus hijos, a sus padres ancianos.

Justicia. Busca el equilibrio entre el propio bien y el de la sociedad. Da a cada quien lo que le corresponde.

Tolerancia. Es saber aceptar y respetar opiniones, estilos de vida y creencias distintos. Lo mismo pasa con las personas de distinto origen, capacidad económica, cultural, de apariencia o forma de hablar.

Equidad. Es tratar a todos por igual, sin tener en cuenta su clase social, raza, sexo, religión y otros.

Paz. Evita la hostilidad y la violencia, pues generan sufrimientos y conflictos innecesarios. Es la base de la armonía personal y con los demás.

Honestidad. Es congruencia entre lo que se piensa y se hace, y genera acciones de beneficio común. Motiva una sociedad que valora la verdad sin engaños.

Responsabilidad. Es asumir las consecuencias de nuestros actos y cumplir con nuestras obligaciones.

Lealtad. Es la fidelidad en las acciones y comportamientos individuales y sociales, sin conformarse con los placeres pasajeros”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.

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