Mi amigo, el Chato Matta, llegó con un terno espectacular y lo traía un taxi de marca. “‘María, te presento a Silvia, la ‘Italiana’’. Era una mujer que me pareció mayor que el Chato. Blanca, de pelo negro y algo chinita. Me miró de arriba abajo, como te miran las chicas celosas. ‘Amiga, el Chato es como mi hermano’, le dije, pero ella me seguía mirando seria. El Chato me arrinconó en la cocina. ‘María, ella es la ‘Italiana’, la que quiere llevarme a Roma. Ya me consiguió chamba como taxista en la embajada’, me dijo. En verdad, esa chica tenía una mirada extraña. Una mujer se da cuenta de eso. Hay hombres como el Chato o Pancholón que enloquecen a una mujer. Yo lo he visto con mis propios ojos. Sí, vi llorar a chicas que llegaban en carrazos para rogarle a ese cochino de Pancholón que las lleve a La Posada. Con el Chato, igual. Pero nunca he visto a una chica llorar por el paganini doctor Chotillo. ‘María, ya la conociste, ¿qué te parece? Otra vez me llevó a conocer a toda su familia que me metía presión. Uno de sus hermanos puso un tema antiguo, ‘El venao’, ¡y se puso una cornamenta de esas que venden en USA! ‘¡Y que no le digan en la esquina el venao, el venao!’, y me embestía. Parecía una película de Almodóvar. Ella me llevó a un rincón. ‘Chato, decídete. Me voy pasado mañana. Toma tu pasaje. Es tu última oportunidad’’.

‘Esa semana, este taxista había leído algo de literatura sobre el tema. Gabriel García Márquez escribía que ‘los grandes amores es mejor conservarlos intactos en tu mente y en el tiempo’. A la mujer debes recordarla lozana, joven, bella, cuando vuelves a un amor antiguo, todo es desastroso. La Silvia que conocí era gordita, hermosa. La de hoy, de cartera gruesa, con unos rollos que nunca iban a bajar. Al mismo tiempo, recordaba las palabras de Pancholón. ‘Chato, no vayas a Italia a cuidarle el perrito a Silvia, ya tengo dos entradas para el tono de Año Nuevo, con ‘Ráfaga’ y Roberto Blades en el Jockey. Tú sabes que Blades me dedicó esa gran canción ‘Eres joven atractivo y tienes tremenda voz’. Voy con la psicóloga y a ti te pongo a la doble de Vania, sin cirugías, ja, ja, ja’. Pancholón es el demonio, pero tenía razón. Recordé la gran canción que interpretaba José José: ‘Lo que un día fue no será, ya no vengas a buscarme/no tengo nada que darte, de tu alpiste me cansé...’. Eso le dije a Silvia. En Lima estoy misio, sacándome la michi en horas punta. Pero siempre siendo fiel a mis sentimientos. Silvia es inteligente, me ama, pero hay algo que nunca comprenderá. No la amo. No es por las propuestas tramposas de Pancholón. Soy yo. Un Chato que amó a Ana F., su enamorada sana, que murió increíblemente sin despedirse en el hospital ‘Rabagliati’. Con Silvia fue una ilusión, un espejismo’”. Pucha, el Chatito y Pancholón son dos caras de una misma moneda. Me voy, cuídense.

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