El llegó al restaurante por unos ricos tallarines rojos con pollo, presa grande, y su cremita de huancaína con huevo duro. “María, ayer fue un día alucinante. Salí temprano de mi casa con mi camiseta de la selección y me encontré con un viejo amor que se averiguó mi celular por una amiga en común. ‘Chatito, me dijo, vamos a ver el partido juntos en La Posada, ahí tomamos un vinito’. Era la loca Daniela. Dudé al comienzo, pero me invadió la nostalgia y quise recordar viejos tiempos, pese a que terminamos muy mal. Con ella trabajé en el ministerio. La primera vez que la vi llegó toda recatadita con su traje sastre a trabajar. De cuerpo escultural. Como siempre, los ‘lobos’ se lanzaban. Hasta un gerente babeaba por ella y un par de ‘giles’ le habían propuesto matrimonio. Ella no le paraba bola a nadie, pero en la fiesta por el Día del Trabajo se me acercó y me dijo de frente: ‘Chato, por qué no me sacas a bailar. Yo no muerdo, parece que me tuvieras bronca’. Yo me reía. Pusieron una salsa antigua: ‘Déjame un beso que me dure hasta el lunes, un beso grande, un beso inmenso’. ‘Chatito, hoy es viernes y no nos veremos hasta el lunes. ¿Por qué no nos vamos de esta fiesta monse y después a otro lado? ¿O me vas a decir que le tienes miedo a tu esposa?’, me dijo. O sea, ella sabía que yo era casado. Esa noche terminamos en un hotelito de la avenida Universitaria. A las 3 de la madrugada me levanté para irme a mi casa.

Pero allí me demostró que era peligrosa y debía andar con cuidado con ella. Antes de entrar al carro sacó su frasco de perfume y me lo echó toditito. Mi esposa no me sintió felizmente y la ropa la escondí en la maletera. El lunes me llamó a mi anexo. ‘Perdóname, Chatito. El trago me cruzó’. La perdoné y seguimos una relación clandestina, pero empezaba a acosarme en el trabajo. Aunque lo peor estaba por venir. Comenzó a llamar a mi casa. Tenía loca a mi mujer. Llamaba y colgaba. Una vez lo hizo y yo contesté: ‘Por favor, ven al hotel. Me corté la muñeca. Si no vienes, voy a escribir una carta culpándote de mi muerte’. Fui volando. ‘¿Por qué ya no quieres verme, Chatito...? Si yo te amo’. Eso ya era el colmo. La dejé y se desató lo peor. En el trabajo comenzó a maletearme, se metió con el gerente y lo indispuso contra mí. Decidí cambiar de estrategia. Hacerle creer que tenía problemas en mi casa. Empezó a presionarme. ‘Tú no amas a tu mujer, por qué no la dejas. Si quieres, yo le digo. No tengo miedo’. Yo le había comentado que mi esposa estudiaba repostería en la noche en un instituto. Una vez la fui a recoger a su salón ¡¡y encontré a Daniela conversando con ella!! Quería ser su amiga. Igual que la loca de Glenn Close con Michael Douglas en ‘Atracción fatal’. Ahora, después de años, nos volvemos a ver en La Posada, pero lo que pasó ayer te lo cuento la otra semana”. Pucha, ese Chato Matta perdió una gran mujer por sinvergüenza. Me voy, cuídense.

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