El Chato Matta llegó con hambre al restaurante y se pidió un poderosa sopa de morón y un cau cau con arroz blanco y ajicito molido. Para beber, ordenó una jarrita de hierbaluisa tibiecita. “María, unas amigas de los años maravillosos me mandaron varios correos. ‘Chatito, deja de caminar con ese gordo sinvergüenza de , que siempre para de juerga en juerga y nunca va a cambiar. Deberías buscarte una buena mujer, formar tu hogar y sentar cabeza’. Esos comentarios me hicieron reflexionar. Me acordé del gran Héctor Lavoe cuando cantaba: ‘Y nadie pregunta si sufro, si lloro/ si tengo una pena que hiere muy hondo.../ y sigo mi vida con risas y penas/ con ratos amargos y también cosas buenas...’. Y es verdad, nadie sabe los dolores de mi corazón. Tuve una hermosa mujer, cuyo nombre a veces prefiero no mencionar, y ella no ha muerto para mí, pues vive en mis sueños, tal como mi casa en la que pasé mi niñez y juventud, que también siempre aparece mientras duermo. Después que se fue de este mundo de manera incomprensible, su recuerdo fue eliminando a otras mujeres de mi subconsciente. Es que este Chato nunca tuvo que batallar tanto para estar con la llamada ‘Gata’, la de los ojos más hermosos.

En mis tiempos juveniles, sin Facebook, Wasap, Instagram ni Twitter, eran clásicas las cartitas y, si le ponías un toque de trabajo manual, mucho mejor. Le escribía cartas pero no de amor, eran de desconsuelo, porque ella había perdido un enamorado que se ahogó en la malévola playa de San Pedro. A los veinte años era la ‘viudita’ del instituto. Pero era joven y no iba a llorar a su enamorado toda la vida. Una vez que soltó una risa, el maquiavélico Tito le clavó el ‘chaplín’ de la ‘Viuda alegre’, como una película italiana. Pero mi misión en ese año fue hacerle olvidar al enamorado que falleció. No fue fácil luchar contra un muerto ni con sus remordimientos, pero al final, después de un año, logré que acepte ser mi enamorada. Fueron tres años de una relación intensa, que acabó como esa canción que dice ‘terminó como termina todo, casi sin querer’. Los dos nos casamos con otras personas y nos separamos. Nos volvimos a encontrar para empezar como antes, como amigos. Vimos de nuevo a Charly García en vivo, a Rod Stewart, cantamos ‘Tonight I’m Yours’ (‘Esta noche soy tuyo’). Me gustaba así, más madura, al punto que le decía ‘señora joven’. Se habrá ido quizá en cuerpo, porque su recuerdo sigue conmigo.
Cuando cumplió un año de fallecida me fui a Naplo, la playa donde pasamos un día maravilloso la vez que nos escapamos. Voy al cementerio un día cualquiera y tempranito, cuando solo pasean los fantasmas, y le pido perdón por mis locuras de Chato bohemio, al que se le subían las copas. Sé que ella ya me perdonó hasta la eternidad”. Pucha, ese Chato por su mala cabeza perdió a una gran mujer. Me voy, cuídense.

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