Pancholón embrujado
Pancholón embrujado

El Chato Matta llegó al restaurante por un espectacular arrocito con mariscos, rocotito molido y una limonadita con hierba luisa. “María, me timbró mi hermano Pancholón. Estaba con la voz apagada. ‘Chato, tú eres mi hermano, no eres malagradecido ni largador como otros que te abrazan y después te clavan el puñal. Baja urgente a mi casa, que un maestro de Las Huaringas me está haciendo una ‘limpia’.

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Apúrate que hay un trago milagroso que te quitará la saladera y el daño para que te vaya bien...’. Encontré al brujo con Pancho recostado calato en una camilla. ‘A Panchito le han hecho un trabajo con tierra de cementerio. Esa mujer es mala y se rodea de brujos maleros’. ¿Mala mujer? Me acordé de la canción que tocaba Zaperoko: Mala mujer no tiene corazón/ mala mujer, no tiene corazón/...’. Le pedí al gordito que me explique qué significa toda esa mesada, las calaveras y ese cuervo disecado.

‘Chatito -me dijo-, yo te conté que, desde hace unos meses, me daba mis escapadas con Pamelita. Fue mi culpa. Ella me dijo que no le importaba que tenga mi mujer, que podíamos ser ‘salientes’, ‘amigos con derecho sin lugar a reclamo’, como lo hacen la ‘Tombita’ y la Manzanal. La íbamos a pasar bien. Pero empezó a loquearse con el sexo. Yo, al principio, me sentía como un león, pero al tiempo me enfermé de la próstata. Me creció como una pelota de béisbol.

El médico muy serio me dijo: Señor Pancho, si no se cuida, vamos a tener que operarlo y ahí sí va a sufrir. Pare la mano que a sus años debe hacer la más simple, como el maestro Cueto en la cancha. Toca en primera y salga rápido. Lo malo es que Pamelita se puso como Glenn Close en ‘Atracción fatal’. Se obsesionó conmigo y me iba a buscar a mi trabajo, me hacía desplantes delante de mis amigos, los abogados del Callao.

Un día se apareció en mi casa. Tuve que llamar al serenazgo, por eso la corté. Pero la semana pasada me llamó por teléfono. ‘¡Panchito, mi ‘amochito’. Eres un ingrato!, me dijo muy zalamera. ¿Cómo está mi gordito de ojos verdes? Me acabo de comprar una lencería espectacular, de color rosadito, como tu amado Sport Boys’. Ella sabía de qué pie cojeaba. Nos citamos en La Posada. Me avisó: ‘Yo estaré esperándote desde temprano, porque quiero darte varias sorpresas. Estaré en la habitación que te gusta, la presidencial con jacuzzi y burbujitas’.

Esa noche ingresé a la habitación y estaba oscuro. En eso, escuché la voz de la loquita: ‘¡¡Pancho, siempre serás mío. Siempre serás mío. Fuera mujerzuelas!!’. Estaba poseída, parecía la mujer de la película ‘El exorcista’. Me dio algo de beber y sentí como si hubiera tomado ayahuasca. Cuando desperté estaba amarrado a la cama.

Ella empezó a escupirme unas pócimas y tenía un muñeco gordito clavado con alfileres. ¡¡Se parecía a mí!! Chato, te juro que desde ese día me duele todo y con las justas puedo caminar. Yo tengo la culpa por dejar bien a los varones. Para colmo de males, ayer recibí una carta que decía: ‘Pancho, si me dejas, te vas a arrepentir toda tu vida. Conmigo no se juega. Tu loquita’. Pucha, ya me dio miedo’”. Ese señor Pancholón tiene todo lo que se merece, es un cochino, mujeriego y sinvergüenza. Me voy, cuídense.

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