Los ancianitos nos dieron todo y es nuestro deber quererlos y cuidarlos.
Los ancianitos nos dieron todo y es nuestro deber quererlos y cuidarlos.

Mi amigo, el fotógrafo Gary, me contó que ayer estuvo cerca al templo de Las Nazarenas, ya que cada día llegan más fieles a rezarle al Señor de los Milagros, que este año por la maldita pandemia no saldrá en procesión. Las misas serán virtuales, pero eso no impide que decenas de personas, en su mayoría hombres y mujeres de la tercera edad, lleguen a pedirle algún milagro al Cristo de Pachacamilla.

“María, me puse a reflexionar sobre nuestros abuelitos, nosotros aún estamos jóvenes, pero el tiempo es lo único que no se puede detener en la vida. Pasa inexorablemente. Los viejitos, como les decimos de cariño, tienen una larga historia de vida, llena de experiencias, vivencias y sabiduría.

Han pasado su existencia luchando por ellos mismos, por el bienestar de sus familias y el país. Ahora que están jubilados muchos reciben pensiones miserables de 400 soles y menos. También hay malos hijos que no reconocen el sacrificio que hicieron para sacarlos adelante y los abandonan, maltratan y hasta les quitan sus casas.

Estoy seguro de que esos arderán en el infierno, porque bien dice uno de los diez mandamientos de Dios: Honrarás a tu padre y a tu madre. Es importante valorar a nuestros abuelos.

  • Contribuyen con su experiencia en momentos de crisis familiar. Ayudan en el sentido psicológico y, si está en sus manos y es necesario, hasta en el aspecto económico.
  • Cuidan a los nietos cuando los padres, por el trabajo o enfermedad, no pueden hacerlo. Eso es beneficioso para los niños y para ellos mismos porque se sentirán más útiles, más considerados y valorados. Pero los hijos no deben abusar.
  • Transmiten valores y mantienen el vínculo entre las generaciones. Nadie más que ellos saben contar las fantásticas historias de sus antepasados que tanto les gustan a los nietos.
  • Ayudan en la educación, pues interceden en la comunicación entre padres e hijos. Cuando hay ‘tormentas’, calman los ánimos en uno y otro lado.
  • Hay ocasiones en que apoyan a la madre o al padre divorciado. A veces tienen que asumir la figura paternal o maternal, según sea el caso.
  • Aprenden con sus nietos, acercándose más a las nuevas generaciones. Por ejemplo, a usar la computadora o la tablet.

Por eso, en reconocimiento por todo lo que hacen y por la consideración que merecen, los hijos y nietos debemos tratarlos con respeto, paciencia y amor en los años de vida que les quedan”. Mi amigo Gary tiene razón. Me voy, cuídense.


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