El Chato Matta llegó al restaurante por su cebichito de mero con bastante ají limo y su pescadito a la chorrillana con su jarra de maracuyá al tiempo. “María, estoy sorprendido porque llegó a mi un mensaje que me dejó asombrado. ‘Lulú’ me pedía confirmar una solicitud de amistad. Jamás podría olvidar ese nombre. Tenía cabello negro, lacio, un rostro hermoso, como una princesa inca, pero nunca reía.

En las horas que no había clases la veíamos caminar sola por los pasillos del instituto. Mientras las chicas armaban manchas y andaban con sus canastas de Hello Kitty, ella andaba en jeans raídos y camisas verdes con una mochila. Los hombres hablaban a sus espaldas: ‘Esa flaca está loca’. Solo un pata culto, Juancito, cuyo padre vendía libros, la defendió: ‘Esa chica lee buena literatura, libros, la vi leyendo poesía de Martín Adán. Lo que pasa es que aquí solo les gusta la joda’ y miró a ‘Chucky’ Suárez.

El ayacuchano se picó y cuando pasaba ‘Lulú’ le gritó ¡¡Gata loca!!, como el dibujo animado donde la gata está enamorada de un ratón, Ignacio, y este la ataca a ladrillazos y a cada golpe la gata decía ‘¿No es él un encanto?’. Me indigné porque la muchacha lo escuchó. Me le fui encima a ‘Chucky’. Lo alcé y en el suelo, de dos combos, le di con todo por faltoso. Cuando me levanté a ver a ‘Lulú’, había desaparecido.

Pero al día siguiente estaba a las seis de la tarde en mi paradero. Se me acercó. ‘Chato, gracias por defenderme, ¿te puedo invitar unas chelas?’. A partir de ahí nos veíamos a escondidas. Nos íbamos del centro al Callao. Me llevaba a comer pescadito frito. Nos bañábamos en el agua helada de Cantolao y hasta una noche hicimos el amor sobre las piedritas redondas.

Éramos inseparables, pero a escondidas. Ahí me enteré de que era una chica sufrida. ‘Mi mamá era una belleza, pero se metió con mi padre, quien fue asaltante de bancos y murió en su ley, robando un banco’. Nos dejó a todos chiquitos. Mi mamá juró nunca más meterse con un ‘faite’.

Como era bonita, un suboficial de la Marina le propuso matrimonio con sus tres hijas a cuestas. Pero es un amargado, solo piensa en su hijito bebito y nos jode. Yo me dedico a leer. Estoy harta de vivir en mi casa. Toma, Chato, te regalo este poema, es de Blanca Varela, mi favorita: ¿Sientes el divino salivazo sobre la bestia? ¿Sientes el hedor de la rosa sientes mi corazón sobre el tuyo?/más tarde será tarde cuando la soledad invente lo mejor/nuevamente tus labios tus ojos las ruinas de tus caricias/el mar de mi pecho/la soledad ‘estrella de mis noches’ nadie sabe de mis cosas’.

Hasta que nos descubrieron. ¡¡El Chato está con la loca!! Yo, idiota, la negué tres veces como Pedro. Ella nunca me lo perdonó y se alejó para siempre. Me enteré que se fue a Europa. Desde ahí le perdí el rastro. Ahora en plena pandemia del maldito s la vuelvo a ver por Face. ‘Chato, llego a Lima el miércoles y te quiero ver, ir de noche a Cantolao. No me falles’. María, la vida da muchas vueltas”. Pucha, ese Chato tiene sus aventuras, sus cositas, pero no es como el sinvergüenza y cochino de que todo el día piensa en sexo. Me voy, cuídense.

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