El Chato Matta llegó al restaurante por una pachamanca a la olla con carne de cordero, panceta de cerdo, papa, choclo, camote y hierbas aromáticas. Bajó la comida con una jarra de cebadita al tiempo. “María, las Fiestas Patrias ya no son como las de antes. En otros tiempos, cuando era estudiante, nos íbamos a La Victoria a comprar unas damajuanas de pisco y vino, unos tragos infames que trepaban rápido, pero éramos jóvenes, el estómago aguantaba todo y teníamos una ‘garganta de lata’, como el entrañable personaje de Condorito.

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Una vez nos fuimos a Huaraz con mi mancha tirando dedo. Los camioneros nos recogían y decían: ‘No lo hacemos por ustedes feazos, sino por las chicas bonitas de su grupo’. Recuerdo esto porque por el ‘Face’ recibí el 28 una solicitud de amistad. Al ver el nombre me sorprendí. ¿Pedido de amistad? Pero si a esta mujer, Carito, la quise tanto al punto de comprometerme en matrimonio. Justamente se acaba de cumplir un aniversario más de la vez que en una cueva de los baños termales de Chancos, en Huaraz, nos comprometimos en secreto. Ella no era de mi mancha, fue invitada por su prima, la ‘China’ Gaby.

Carito era ingeniera y recién había llegado de Alemania donde estudiaba una maestría. Era chancona. Fue un amor fugaz a primera vista. Cuando se fue a Europa, pensé que todo había terminado, pese a que ella me escribía interminables cartas, hasta que un día, al ver que yo se las respondía solo una vez a las quinientas, dejó de hacerlo. Después de dos años de no verla, me llamó eufórica y me dijo que regresaba a Lima. La vi figurita. Ya no era la chibola de mis tiempos. Ahora vestía con ropa de diseñador y unas piernazas bien formadas que eran mi debilidad. Ella me confesó una noche de tragos.

‘Chato, estuve de novia en Berlín con un fisicoculturista croata, de un metro noventa y puro músculo. Pero en la cama era como los chizitos que nos devorábamos en los campamentos. Tú serás chiquito, pero eres divertido y tienes tus cositas, ja, ja’. Yo me sentía bien con ella. Incluso se me pegó la canción de Carlos Vives: Carito me habla en inglés/ qué bonito se le ve/ Carito me habla en inglés/ qué me dice yo no sé…'. Me pagaba el hotel y los restaurantes cinco tenedores porque llegaba a Lima con mucho efectivo.

Allá trabajaba en una empresa transnacional. A veces yo quería invitarla, pero ella se negaba y me decía: ‘Cuando íbamos a Huaraz o a los campamentos del León Dormido yo estaba misia y ustedes ponían todo’. Pero, a medida que se acercaba su partida, Carito se ponía muy celosa, tóxica. Me hacía escándalos en la calle si yo de casualidad miraba a otra mujer. Me revisaba hasta mis calzoncillos, los olía. Estaba enferma. ‘Huele a mujer’, me decía, pero era mentira, eran solo sus celos y alucinaciones porque en ese tiempo yo solo salía con ella y ni me veía con el gran Pancholón.

‘No quiero verte con ese gordo sinvergüenza, ese te lleva por el mal camino’, me amenazaba. Ya estaba harto de ella. ‘Deja a esa vieja’, me decía Pancholón, no seas malo. Carito me quitaba el celular y, lo peor, me presentó a una amiga, una tía con una pinta de achorada y me dijo: ‘Chatito, la ‘chama’ te va a acompañar y se va a encargar de darte cualquier cosa que necesites, yo voy a mandar euros para que te compres ropa, pero el dinero se lo giraré a mi amiga y ella te lo dará a ti, pero eso sí, no te pierdas con nadie, porque la ‘chama’ fue mujer policía con Maduro en Venezuela y siempre te ampayará'.

Era el colmo de la humillación. Cuando se fue, hice toda la finta del amante enamorado. Lloré y la llené de besos en el aeropuerto, bajo la mirada siniestra de la tal ‘chama’, que tenía hasta bigotes. Ni bien llegue a mi casa, le dije a mi viejita: ‘Jamás me casaría con Carito... Prefiero ser solo, misio que infeliz con plata y con una enferma de los celos’. Han pasado varios años y ahora reaparece. Anuncia que llegará a Lima y me quiere invitar a un ‘viaje de placer’ a Paracas. ¿Me voy de viaje a pasarla bien?”. Pucha, ese chatito también tiene sus historias, pero no es como el cochino de Pancholón que para con una y otra mujer. Me voy, cuídense.

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