El fotógrafo Gary llegó al restaurante por unos ricos tallarines verdes con su churrasco a la inglesa encima y su jarra de cebada calientita para bajar la grasita. “María, veo el video captado por las cámaras del , y siento una indignación que me hace hervir la cabeza. Los malditos delincuentes, que minutos antes habían robado un chifa cercano, llegaron como hienas sedientas de sangre a la pizzería de Edgardo Maraví, que vive en el piso de arriba, en la avenida Militar. 

Agarraron de los pelos a la cajera en Lince, le arrebataron el dinero de la caja y se llevaron una laptop. Golpearon con la cacha de la pistola en la cabeza al hijo del dueño y luego su padre, Edgardo, al oír el ruido, bajó y se encontró cara a cara con los delincuentes. Estos actuaron de manera salvaje y le descerrajaron dos tiros en el pecho y abdomen, y al hijo uno en la pierna. Después, procedieron a agredir con patadas en la cabeza a los comensales, para quitarles sus celulares y billeteras.

Ya no son bancos, financieras, casas de cambios, grandes joyerías o restaurantes cinco tenedores. En una pizzería de barrio de Lince, como en muchos otros negocios de Jesús María, Los Olivos, Breña, San Juan de Lurigancho, La Victoria, Villa El salvador o el Cercado, es decir, en todos lados, los delincuentes atacan con armas de fuego y disparan a matar. Francamente, es increíble que el ministro del Interior, Carlos Basombrío, haya dicho que ‘la inseguridad ciudadana ya no es el principal problema en el país’. Si se salvó de la interpelación, fue porque la cabeza de Thorne calmó las aguas dentro del fujimorismo y porque se produjo el dantesco

En el video del restaurante de Lince, se logra apreciar una de las caras del desalmado delincuente que disparó a matar. La policía debe estar tras los pasos de estos miserables, coordinando la inteligencia y la infiltración policial para acabar con esas bandas callejeras. Ahora, el verdadero y sagaz policía es aquel que se infiltra en las bandas de delincuencia común en los barrios picantes. Porque de ahí salen a asaltar pequeños negocios luego de fumar esos infames ‘tabacazos’ de pasta básica, que los dejan tan duros que disparan mismo Django. ¡Qué falta hace la antigua Policía de Investigaciones del Perú, que tenía ‘tarifaditos’ a los delincuentes de Surquillo, La Victoria, El Callao. Alan García, en otra gran metida de pata en su primer gobierno, la desactivó.

Este señor Carlos Basombrío solo saca la calculadora, muestra estadísticas que son pura pantalla. La realidad en las calles es otra. Los padres de familia, trabajadores honrados y estudiantes que llegan en las noches a sus casas, al igual que los dueños de negocios, viven una pesadilla a diario por tantos ‘raqueteros’ y marcas que no los dejan vivir en paz”. Pucha, mi amigo Gary tiene razón. Da miedo salir a la calle. Me voy, cuídense.

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