Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por unos tallarines rojos jugositos con carne picada, queso rayado y un emoliente.

“María, el próximo sábado sale libre , considerado en su momento ‘el sicario más joven del Perú’, pues se le acusa de haber comenzado a matar cuando tenía 13 años, en La Libertad. La policía le atribuye al menos diez asesinatos, aunque solo fue condenado por la muerte de dos, cuando la máxima pena para un menor era seis años de prisión, sin importar que haya cometido los más terribles crímenes. Ahora, la condena más alta es 10 años. Alguito se avanzó, pero sigue siendo muy poco. Alexander Pérez Gutiérrez, que es el nombre de ‘Gringasho’, además, se fugó en dos oportunidades y fue capturado en igual número de veces. Hoy tiene 22 años y las autoridades creen que no se ha regenerado. Es más, lo califican como un ‘líder negativo’, pues no solo asesina, sino que puede ser voz de mando entre otros delincuentes. ‘Él puede ser el nuevo ‘Caracol’’, advierte Julio Magán, gerente de los Centros Juveniles del Poder Judicial. Y añade que tiene ‘rasgos de psicopatía’. El abogado de ‘Gringasho’, Henry Cisneros, señala que su patrocinado se ‘ha convertido en un tipo más resentido aún’ porque durante su encierro recibió ‘un trato hostil, infrahumano’.

Me pregunto, ¿se habrá regenerado? ¿Cuando salga libre trabajará de forma honrada y aceptará ganar un sueldo mínimo o tal vez estudiará un oficio, alguna carrera? ¿O volverá a cometer más crímenes, por los que recibe dinero, drogas, alcohol y mujeres? Los congresistas deben dedicarse a dar mejores leyes, que castiguen de forma justa y proporcional. Un muchacho de 15 años sabe muy bien lo que hace, y si mata por dinero es porque se trata de un delincuente altamente peligroso que no solo debe ser castigado, sino sacado de circulación para que no siga haciendo daño. En estos casos ya no se debe pretender, de forma absurda, regenerar a este tipo de agresores. ¿Para qué? Se trata de criminales reincidentes para quienes la vida ajena no vale nada. Esos asesinos, si matan a los 15 y les dan la pena máxima actual de 10 años, lo más probable es que cuando salgan a los 25 serán más sanguinarios, crueles y peligrosos. Los parlamentarios, los expertos en justicia y los estudiosos de la criminalidad deberían tener en el primer lugar de sus prioridades la protección de la sociedad, en hacer justicia a las víctimas, y no pensar tanto en el bienestar y los derechos de los asesinos que, estos sí, jamás tienen ni un poquito de piedad con sus víctimas. A los criminales sanguinarios, a los jefes de banda, a los cabecillas del narcotráfico, hay que darles 30 o 40 años de cárcel sin beneficios. Y ponerlos a trabajar doce horas al día, porque eso de mantenerlos toda su vida es indignante. Que produzcan para que paguen aunque sea una parte de todo lo que le cuestan al Estado”.

Gary tiene razón. Me voy, cuídense.

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