El fotógrafo Gary llegó al restaurante por su sabroso arroz con pato, salsa criolla, ajicito molido y una jarrita de chicha morada heladita.

, después de varias semanas llegó a la Redacción mi amigo, el gran periodista y marketero ayacuchano Malcom Mendocha. ‘Gary, me partió el corazón ver ingresar a mi entrañable amigo al hospital de Miami, para seguir luchando contra el terrible cáncer de páncreas que padece. Entonces, recordé cuando lo recibí en la escalinata del avión cuando vino a Lima. Estaba de gira por sus ‘Bodas de Plata’ artísticas y le ofrecí un merecido homenaje al ‘Príncipe de la Canción Romántica’. Mandé a preparar un plato de plata fina y corrí a la plaza 2 de Mayo a comprar una linda guitarra ‘Falcón’. Ese día ingresé a la sala de Redacción abrazando al intérprete de ‘La nave del olvido’ y ‘Lo pasado, pasado’. Lucía su clásico terno negro. Portaba una gruesa esclava de oro y su aro, en señal de amor a su esposa Ana Elena. Con la frente llena de sudor por la emoción, le hablé: ‘Hermano azteca, es el cariño de la tierra de los incas por tantas bellas canciones con tu hermosa voz’. Se emocionó. Yo seguí: ‘Y llévate esta guitarra, muestra de nuestra milenaria cultura’. Impactado, me dijo: ‘¡Híjole, Mendocha, está padrísima! Ahora entiendo que son querendones’. La Redacción estalló en aplausos. El autor de ‘Gavilán o paloma’ paseó sus dedos por las cuerdas y cantó ‘El triste’.

Ya en la limosina, que lo llevaba de un lado a otro, evocó: ‘Tuve una vida dura. Trabajé en una precaria imprenta de madrugada. Imitaba y escuchaba a Frank Sinatra con mi radio a pilas’. Nostálgico, me reveló: ‘En el Night Club ‘Apache 14’ cantaba boleros para llevar algunos pesos a casa’. Mientras tanto, su mamá, Margarita, laboraba en un puesto de comidas para solventar su carrera artística. En la cumbre de la popularidad no pudo sostener la fama y fortuna. Con los ojos humedecidos, me confesó: ‘Me sumergí en el alcohol. Mi madrecita, derramando lágrimas, me internó desesperada en un sanatorio de Estados Unidos’. Despertó de un paro cardiaco y con su privilegiada voz, volvió como el ave fénix. Nos dimos un interminable abrazo y me susurró al oído: ‘Hermano, te espero en México’. Y cumplió la promesa. Aun con la voz apagada, perdura en el corazón del pueblo’”. Pucha, el señor Mendocha siempre estuvo cerca de los grandes. Maestro, José José. Me voy, cuídense.

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