Las playas del norte del Perú poseen los mejores escenarios y bellos aterdeceres. (Foto: Mincectur)
Las playas del norte del Perú poseen los mejores escenarios y bellos aterdeceres. (Foto: Mincectur)

El Chato Matta llegó al restaurante por sus frejoles con su seco de cabrito encima, arroz blanco graneadito y su jarrita de limonada con hierbaluisa. “María, este pechito se entusiasma porque para febrero del próximo año se anuncia un gran concierto de salsa con La Sonora Ponceña, Niche y los históricos tíos de El Gran Combo. Nunca me voy a olvidar de su tema: ‘Pero qué malo es querer a una mujer que sea celosa’. Una chica con esas características me acompañó a unas vacaciones volcánicas en mi viaje al norte. Era mi ‘incondicional’ y se llamaba Vania. Aquel verano estaba ‘ganado’ en el ministerio, me pagaron mi sueldo, gratificación, unos suculentos devengados y encima me tocó un número de la junta. Mi destino inicial era Los Órganos, en ese tiempo, un balneario hermoso pero poco conocido. Cuando llegamos, me arrepentí de ir con Vania, una morocha guapa e inteligente de Cinco Esquinas que me había prometido: ‘Amochito, te lo juro que no te voy a hacer ninguna escena de celos, llévame, la vamos a pasar lindo’. Ingenuamente le creí.

MÁS INFORMACIÓN: Pelean por las vacunas contra el COVID-19

En Órganos encontramos un ‘resort’ hermoso, frente al mar, pintado de color blanco, con piscina y jacuzzi al aire libre, cuyos dueños eran ¡unos rusos! El lugar era lindo, pero lo mejor de todo ese panorama era la rusa con cara de muñeca en tanguita que me chequeaba desde la piscina desde que llegamos. Ella era la dueña junto con dos de sus paisanos con pinta temible. Después recorrimos todos los atractivos turísticos del litoral de Piura. Paita, Colán, Lobitos, Cabo Blanco. En este último, donde todavía funcionaba el legendario hotel donde el gran novelista y premio Nobel Ernest Hemingway armara míticas juergas luego de pescar cuatro merlines negros inmensos. Pero este chatito quería quedarse en el resort de Órganos, porque la rusa paraba en el jacuzzi de noche y Vania era ‘pollo’ y le gustaba acostarse temprano.

‘Te espero en el jacu’, me dijo solapa en mal castellano a la hora de la cena. Yo esa noche le hice tomar varios vasos de vodka a Vania, porque sabía que caía como una piedra. Y dicho y hecho, se quedó dormida. Hice un poco de tiempo y salí a ‘la aventura’. Ya estaba por ingresar al baño calentito porque la rubia me decía ‘ven, ven, krasivaya (bello, en ruso)’, cuando llegó corriendo Vania: ‘¡Sal inmediatamente y vamos al cuarto!’. ¿Celos? ¡Si esa rusa regalona estaba en traje de Eva! En la habitación me gritó: ‘Además, te venía a avisar que uno de esos rusos es su marido y en confidencia, cuando estuvo tomando vodka en el bar, se fue de boca y me confesó que pertenecía a la mafia de Moscú y todavía me quiso enamorar enseñándome un fajo de dólares’. Me encerré asustado, pero eso no quitaba que mi compañera de viaje me tenía ‘chequeado’ con la rusa.

Nos fuimos tempranito a Puerto Pizarro, a la ‘Isla del Amor’. Allí otra vez Vania me hizo otra escena porque había unas gringas australianas haciendo topless. ‘¡Oye, yo no tengo la culpa, los ojos se hicieron para mirar!’, le respondí. Luego nos trasladamos al criadero de cocodrilos y degustamos un espectacular risotto de conchas negras con langostinos. En el paseo por los manglares vimos iguanas gigantes y fuimos testigos de cómo los buceadores se zambullían en esas aguas espesas hasta el fondo para extraer las conchas negras tan exquisitas. También del puerto salimos en una embarcación a buscar a las ballenas. Fue algo espectacular verlas emerger a la superficie. Luego cruzamos la frontera en Huaquillas. En cuatro horas llegamos a Guayaquil, con rumbo al espléndido balneario de Salinas, donde Vania me hizo otra bronca con las ecuatorianas. Pero me quedé corto, la próxima semana continúo”. Pucha, ese Chatito también tiene sus historias. Me voy, cuídense.

MÁS INFORMACIÓN:


Contenido sugerido

Contenido GEC