La Seño María: La amiga del Chato (Lino Chipana/GEC)
La Seño María: La amiga del Chato (Lino Chipana/GEC)

El Chato Matta llegó al restaurante por un caldo de cabeza de bonito y un espectacular arroz con mariscos. Después se pidió una limonada frozen para calmar la sed. “María, fui a visitar a una tía de mi Callao querido y me crucé con un viejo amor, pero la vi mal. Estaba pintarrajeada, con minifalda y tacos que denotaban todavía unas curvas infartantes, pero no sé... ‘Hola Chatito, dichosos los ojos que te ven’. Era Mirella, la otrora belleza del barrio. ‘Sé que siempre me deseaste, recuerdo que hace muchos años nos dimos nuestras escapadas porque me gustaba tu forma de ser, pero yo volaba alto. Además, mi cuñado me metió ideas en la cabeza de que no esté con nadie del barrio, pues son unos muertos de hambre.

MÁS IFNROMACIÓN: ‘Tomate’ Barraza demandará a su exesposa Vanessa López por violencia psicológica hacia su menor hija de 1

Tú eres guapa y mereces algo mejor’. ‘Mirella -le dije- te invito unas cervezas en Chucuito’. ¿Quien iba a pensar que esa mujer golpeada por la vida y las arrugas por las amanecidas fue la chica más deseada del barrio e iba a terminar así? De espectaculares ojos claros, pues su madre se metió por una sola noche con un marinero yugoslavo en el puerto. ‘Chato, la culpa de mi desgracia la tuvo mi cuñado. No quería que estuviera con chicos del barrio, pero, la verdad, yo era bien bandida. Estaba con varios a la vez y me gustaba que me invitaran a los salsódromos, discotecas y me llevaran a comer. Un tiempo mi cuñado me llevó a trabajar a un casino lujosísimo. Era privado, ingresaban los que tenían tarjetas electrónicas. Yo era bonita, de veinte años, y los tíos millonarios se morían mirándome la piernas. Me hacían propuestas indecentes, ofrecían viajes al Caribe y dólares. Algunas veces aceptaba si el que proponía no era un anciano carcamán.

Pero también se me acercaban jóvenes educados como Richard. Era gerente de un banco, de una buena familia. Una noche me trajo un ramo de rosas: ‘Quiero casarme contigo’. ¡¡Pero si no me conoces!! ‘No me importa tu pasado, con mi amor y protección vas a cambiar’, imploró. No sé cómo me convenció. Su familia se oponía, pero él estaba como loco. Mi familia se reía y se relamía los labios. ‘Mirella y su nerd nos van a cambiar la vida, ahora lo vamos a sangrar’. Su familia me odiaba, pero Richard era hijo único y al año le di un varoncito. Ese año me porte bien, pero me sentía prisionera y en mi tremendo departamento duplex sanisidrino tenía cocinera, nana y chofer. Así que empecé a invitar a mis amigas, después ingresaba mi enamorado del barrio y hacíamos el amor en mi cama matrimonial. Lo que yo no sabía es que el chofer era el soplón de mi marido. Este me rogó una vez. ‘Te perdono, pero no me engañes o sufrirás mi venganza’. Una tarde me dijo: ‘Me voy por trabajo tres días a Chile’. No imaginé que en esos días colocó cámaras en toda la casa y hasta en el baño. Yo seguí con mis juergas de mañana y tarde. Una mañana llegó con tres ‘chalecos’ y tres maletas:

‘Lárgate de mi casa, llévate tu ropa cochina’, y me puso un video donde estaba en la cama con mi amante. ‘Olvídate de que tienes un hijo’. El juez, amigo de su influyente padre, le dio la custodia completa a mi marido, me quedé en la calle. No pude ni reclamar porque se fue a trabajar a España y regresó casado con una española y cambiaron los papeles quitándome legalmente la maternidad. Yo no sabía hacer nada. Ya no me recibieron en el casino y así estuve trabajando en clubes nocturnos. Chato, no sabes cómo me arrepiento. Él era un hombre decente que me dio todo, me perdonó mi pasado. Le jugué mal y perdí'”. Pucha, qué terrible historia. Me voy, cuídense.

MÁS INFORMACIÓN:


Contenido sugerido

Contenido GEC