Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por su cachema frita con menestra, sarsa criolla, sopa de menudencia y, para tomar, un vaso de chicha morada.

“María, de un tiempo a esta parte, más personas han decidido tener mascotas en casa, que tratan como si fueran un miembro más de la familia. Eso está bien, pero el tener un animalito implica no solo cuidados para él, sino también aprender a convivir con el resto de los vecinos. Hay mucha gente que le gustan los perritos, pero solo cuando son cachorros.

Los besan, los cargan, juegan con él, pero cuando crecen se olvidan, los confinan al patio y los tienen todo el día en la calle. Muchos vecinos están cansados porque estas mascotitas, que ninguna culpa tienen, hacen sus necesidades en la calle, se pelean con otros perros y ladran demasiado sin dejar descansar al resto.

Lamentablemente, en muchos distritos de Lima las normas sobre la tenencia de animales es tabla rasa: nadie les hace caso y, lo que es peor, la municipalidad no ejerce autoridad multando a los malos dueños. Otros se dedican a la crianza de perros o gatos de raza, que venden por Internet o en algunas calles de Lima.

Como hay mucha informalidad, algunos de los que compran animalitos en la calle terminan siendo estafados. Lo que no saben es que las mafias, que operan sobre todo en el centro de Lima, ‘intervienen’ a las mascotitas ondulándoles el pelo, parando sus orejas con laca y otras argucias con tal de sacar el precio.

Ayer, por ejemplo, se conoció la noticia de una Cómo es posible que pase eso. También hay inescrupulosos que crían perros para pelea, como los rottweiler, dogo argentino o pitbull, que son un peligro, no porque su naturaleza sea así, sino porque sus dueños los han vuelto violentos.

Los animalitos domésticos, que también sienten como los humanos, necesitan de un entorno positivo para vivir. Por ejemplo, antes de recibir a uno de ellos en casa, hay que saber dónde va a vivir, destinar un presupuesto para su comida y atención médica, además de un tiempo nuestro para sacarlo a pasear con su correa y, si es posible, con un bozal. No hay que olvidarse de recoger sus excretas para no ensuciar las calles que todos usamos, niños y adultos. Eso se llama civismo o empatía. Hay que pensar en el otro. Y desde aquí les pedimos a las autoridades que castiguen con severidad a los dueños de mascotas que no acaten las normas”. Pucha, mi amigo Gary tiene razón.

Me voy, cuídense.


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