Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por una pachamanca a la olla tres sabores, con carne de res, chancho y pollito. “María, ayer se celebró el y es bueno recordar el enorme valor que el mal llamado ‘sexo débil’ tiene en nuestras vidas y que, sin embargo, enfrenta hasta el día de hoy discriminación y violencia. Obviamente, se ha avanzado mucho desde los años en que las mujeres no podían votar. 

En el recién adquirieron ese derecho en 1955 y cuesta creer que antes de ese año, las damas no tenían derecho al sufragio y, por lo tanto, tampoco a ser elegidas. Hoy hay mujeres en el Congreso, en el Ejecutivo, en el Poder Judicial y en prácticamente cualquier actividad humana, aunque en pequeña proporción frente a los hombres, por lo que aún nos falta mejorar mucho en ese sentido. 

En nuestro país hay más de 15 millones de mujeres, lo que representa poco menos de la mitad de la población total. Dos cifras interesantes del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI): En nuestro país trabajan más de 7.4 millones de mujeres mayores de 14 años y; en Lima Metropolitana, la fuerza laboral femenina está integrada por 2.4 millones. Sin embargo, la mayoría de mujeres ganan menos que los hombres por hacer el mismo trabajo.

Se ha calculado que en el mundo, por cada dólar que gana un hombre, la mujer percibe 77 centavos, y esta diferencia se agranda cuando se trata de una madre. La ONU ha calculado que faltan unos 70 años para achicar las diferencias de sueldos. Además, la gran mayoría de mujeres que consigue un trabajo lo hace en la economía informal (vendedoras ambulantes, agricultoras, empleadas del hogar, comerciantes a pequeña escala y otros), llamada la ‘economía gris’ porque está fuera de toda ley laboral, con lo que no tienen seguro médico, derecho a vacaciones y otros. 

Pese a estas y muchísimas más desigualdades, ellas trabajan más que el común de los hombres, pues deben ocuparse del cuidado de los hijos y del hogar. Por eso mis respetos, porque pese a todo, logran salir adelante por su fortaleza espiritual, por su valentía, por su garra y su inteligencia. Sino, no se podría explicar cómo es que muchas comerciantes del emporio de Gamarra, por ejemplo, comenzaron como costureras o vendedoras que luego se independizaron y con un capital mínimo de unos 500 soles lograron convertirse en exitosas empresarias, la mayoría de veces, sin la educación adecuada. 

Hay que reconocerlo, las chicas casi siempre son más ahorradoras y metódicas para hacer negocios. Por eso todas las madres que se desviven por sus hijos, las estudiantes que se queman las pestañas hasta de madrugada, las trabajadoras que ganan el dinero de forma honrada y otras más se merecen todo el respeto y aprecio porque ¡¡valen un Perú!! Sin ellas, qué sería de nosotros, los hombres”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.

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