El ‘Chato’ Matta llegó al restaurante por un cebichito de mero con yuquita, choclo y ají limo bien picante. De segundo, se pidió un seco con frejoles y cabrito tierno. “María, la semana pasada te estuve contando que el gran , amo y señor de la noche y la cochinadita, se confesó conmigo en su sauna privado. Seguía con la resaca del Perú - Colombia y por eso se embaló rápido con unas cervecitas heladas. Le pidió a Marquito una salsa clásica del gran Tommy Olivencia, ‘Díselo a él’, y se puso a cantar: ‘A ese hombre que tan orgulloso ahora va contigo/ por qué no le dices toda la verdad/ que fuiste mi amante/ que me diste todo cuanto sabes dar/ que junto a mis brazos te hiciste mujer/ y aún sientes mis besos quemando tu piel./ Que piensas en mí estando con él/ mientras te acaricia lleno de pasión tu mente es infiel/ confiésalo todo, libera tu alma y no lo engañes más/ no vivas fingiendo, verás que más tarde te arrepentirás./ Tú a él no lo quieres/ nunca lo querrásss...’. ‘Pancholón es un caso’, pensé. Su adicción al sexo lo tiene nervioso, cree que en cualquier momento lo van a ampayar. Es peor que esos ludópatas que se amanecen en los casinos. Pero esta vez lo noté melancólico.

‘Chatito -me dijo-, tú eres mi hermano, tienes calle, no eres largador y contigo me sincero. Te estaba contando lo que viví con Cindy, quien en un cuarto de ‘La Posada’ me confesó que había conocido por Internet a un peruano que llegó ganadazo de Estados Unidos. No me había dicho nada, pero una noche me citó en ‘La Posada’ cuando ya tenía todos sus planes bien armados. ‘Gordito, hazme tuya por última vez. En dos días me voy a Estados Unidos, hay un hombre bueno que me va a dar todo lo que tú me niegas. Te acostumbraste a buscarme en las madrugadas, hacerme el amor, invitarme un sanguchón de 5 soles en la avenida La Marina y me dejabas en mi casa como un paquete. Eso no es vida para una mujer como yo, Pancho’. Causa, te juro que soy barrio, de corazón duro, pero esa noche derramé un par de lágrimas de varón. Cindy me juró que me amaba, pero tenía que ver por su futuro. Después de varios años regresó al Perú con carteras Gucci, vestidos de Dolce & Gabbana y una camioneta 4x4. Vino con su esposo, un cholón viejo y una bebita. En su casa anunciaron un gran fiestón. Me mandó una invitación. Al comienzo todo estaba bien en el tono, pero las chelas y el ron se le subieron al viejo y se quedó dormido. Cindy, media picada, me dijo: ‘Anda a la esquina y espérame en tu camioneta’. Cuando llegó, se me lanzó encima como una loba. Hicimos el amor como locos en mi carro. ‘Pancho -me dijo-, disfruta este momento, tenía que ver por mí. Recibe lo que te doy como muestra de que fuiste y serás mi gran amor, pero no se puede tener todo en la vida. No lo amo, pero vivo tranquila’. La verdad es que después de que se me pasó la borrachera, me di cuenta de que solo quise darme el gusto de hacerle otra vez el amor. Al final, era una más en mi vida’”. Pucha, ese señor Pancho es muy sinvergüenza, no respeta a nadie. Me voy, cuídense.

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