El Chato Matta llegó al restaurante por un aguadito de pavo calientito con limón y rocotito molido. También se pidió una jarrita con agua de emoliente y hierba luisa, y le puso hielo para curar la resaca.

“María, perdóname, pero estoy hirviendo por dentro. y se puso un Cartavio XO. Pero el gordito ya no es el mismo.

Lo veo apagado, cansado y ojeroso, pese a que siempre repite sus famosas frases: ‘Esta noche la hacemos’, ‘dame que te doy’, ‘abre que voy’, ‘campeono en una’, ‘la pampa es para todos’, ‘se lo regalo’ y ‘partidor que parte a partidor tiene mil años de perdón…’.

‘Chatito -me dijo-, la vida es una sola. La procesión va por dentro, si me pongo a pensar solo en lo malo que me pasó, me voy a deprimir. La vida continúa, ahora cuando voy a liquidar, me encierro en La Posada y dejo bien a los varones. Respeto a ese maldito coronavirus, además ya pasaron mis años de locura. Ahora duermo con un ojo abierto y el otro cerrado.

Por estas fechas me pongo triste, se va este 2021 y me deja muchas penas, pero tengo que luchar por mis hijos y mis viejitos. No me gusta diciembre. Tengo el corazón de piedra, pero también late’.

‘Pancho -le dije-, pon algo de música para alegrar el ambiente’. Abrió la puerta de su camionetón negro, de lunas polarizadas, y puso salsa dura en la voz de uno de sus cantantes preferidos, el Cano Estremera, quien ya está cantando con Papalindo. ‘Yo, yo, yo creo que voy /solito a estar cuando me muera /he sido el incomprendido, /pero yo, yo, yo solo estaré y juraré que cuando muera /aun así con mis presagios pondré tu nombre a flor de labios y moriréeee’.

EL ROMANCE QUE DEJÓ HUELLA EN PANCHOLÓN

‘Chato -me siguió cantando- nunca pude hacer vida de casado. En las madrugadas tenía pesadillas, quería salir corriendo de la casa. Yo estoy podrido desde muy joven. Estoy enfermo del sexo. Hace un tiempo estaba por la avenida La Marina y me encontré otra vez con Jackie, quien fue mi primer amor de barrio, pero me engañó con el cholo con plata.

Ese romance dejó una huella en mí. Era guapa y andaba siempre con minifalda. Años después, cuando la volví a ver, ya era una señora de las cuatro décadas que todo lo tenía bien puesto. Salíamos con amigos y había varios abogados que me querían ‘partir’, pateaban debajo de la mesa, pero se iban de cara.

PANCHOLÓN: “YO NO SOY EL GATO CUBA”

‘Panchito -me decía ella en La Posada-, cometí el gran error de mi vida. Fue mi mala cabeza, pero la vida da muchas vueltas y siento que podemos recuperar el tiempo perdido’. Yo me reía. Si me engañaste, ya fuiste. ‘Yo no soy el Gato Cuba’, le dije. Eso no se perdona. Además, no creo en las mujeres que me ven después de 20 años y en una lloran y me quieren ‘comer el coco’.

Después de hacer el amor, me quedé dormido y soñé que me querían partir. Era una pesadilla, soñaba que un abogado del Callao que me tiene envidia se llevaba a mi trampita. Estoy mal de la cabeza, necesito un psiquiatra’”. Pucha, ese señor Pancholón se pasa de mujeriego y sinvergüenza, pero cuando sea viejo va a sufrir porque nadie lo va a amar de verdad. Me voy, cuídense.

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