El Chato Matta llegó al restaurante por un sabroso chanchito en caja china, mejor que el de ‘Mistura’. “María, el gran volvió como esos tigres que avanzan despacito en medio de la selva para cazar a su presa.

‘Chatito, deja todo y baja en ‘one’ a mi búnker para contarte la última’. Cuando llegué, el abogado mujeriego escuchaba a todo volumen una canción que se le ha pegado de ‘Maluma Baby’, ‘Felices los 4’: ‘Si conmigo te quedas/ o con otro tú te vas/ No me importa un carajo/ porque sé que volverás/ Si conmigo te quedas/ o con otro tú te vas/ no me importa un carajo/ porque sé que volverás/ Y si con otro pasas el rato/ vamo’ a ser feliz/ felices los 4/ Te agrandamo’ el cuarto...’. ‘Causita -me dijo- estuve encerrado en casita dos semanas, pero me timbró el doctor Chotillo para ver el partido contra Nueva Zelanda con una parrillita y dos mujerones. ‘Panchito, me escribió por wasap, la amiga de mi saliente se muere por conocerte. Ya de ahí, que pase lo que pase’. Chatito, cuando llegué vi al cirujano que abrazaba a un mujerón. Más rica que Milett. Chotillo la tenía bien apachurradita. ‘Ella es mi amor y su amiga es toditita para ti’, me dijo en tono burlón. Volteé y vi a una tía que se parecía a Abencia. Se acercó y gritó: ‘Panchito, no te me corras. Ya me contaron que eres el Coyote, porque solo paras con trampas, ja, ja, ja’. ‘La belleza que estaba con el doctor me impactó, se llamaba Malú, era colombiana, de Medellín, y vi que lo besaba con los ojos bien abiertos’.

Pancholón no perdió tiempo, se tomó dos vasos cargadazos de Johnnie Walker etiqueta dorada y gritó: ‘¡Malú, mamita, ustedes ya clasificaron al Mundial! Nosotros definimos el miércoles y estoy seguro de que ganaremos. Te voy a narrar el gol de ‘Foquita’, el que nos llevará a Rusia. ‘Toca la pelota Trauco, avanza por la banda izquierda, se perfila, levanta la cabecita, tira el centro, la mata Jefferson con el pecho, la amortigua, se saca a un grandazo, dispara y gol, goooool, gooooolllllll peruano. ¡Para todo el mundo, por mi viejita, por mi mazamorrita, ‘Foquita’ vales un Perúúúúú!’. A la colombiana, que tiene el corazón peruano, ya se le había subido el whisky y se emocionó. Al partidor le brillaban los ojos.

Después se acercó a Chotillo y le sirvió un vaso de whisky llenecito. ¡Lo quería emborrachar! El cirujano ya estaba movidazo. ‘Tú me salvaste de un juicio, Panchito, te debo la vida, te agradezco, aunque por ahora no te pueda pagar porque estoy misio...’. El gordo, en vez de abrazarlo, le volvió a llenar el vaso con whisky y no le puso agua ni hielo. Al rato exclamó: ‘Hey, seguridad. El doctor ya está cansado. Llévalo en tu taxi a su casa y, de paso, dejas a su amiga Abencia. Yo voy a llevarla a ella a comer un sanguchón’. Al rato se perdieron con dirección al hostal Nueva Zelanda. Los gritos de ¡ah, ah, ah!, se escucharon a dos cuadras a la redonda”.

Pucha, ese señor Pancho no respeta nada, ni siquiera a sus amigos. Me voy, cuídense.

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