El Chato Matta ahora pasa el tiempo conectado a las redes sociales: Facebook, Zoom, ‘Wasap’, Instagram y hasta TikTok. Nunca se olvida de saludar a María para contarle las últimas. Por la pantalla se matan de risa. “María, el otro día me conecté con Pancholón y lo noté bajoneado. Melancólico. Tenía una botellita de ron Appleton y hasta me parece que lo vi lagrimear.

Se puso a recordar cuando se casó con la mamá de su hijo. ‘Tranquilo, Pancho -le dije-, no hay un hombre que no haya perdido una batalla en el amor, pues hasta el gran emperador francés Napoleón Bonaparte perdió todo en la batalla de Waterloo’. ‘Chatito -contestó el gordito-, este encierro me tiene loco. Soy como ese león del Parque de las Leyendas, enjaulado, estresado.

Las chicas me acosan en las redes como a ‘Ricolás’ Wiese, pero yo no me quejo ni salgo a denunciar nada. El varón debe ser callejero, parador y ya tú sabes si avanzas o no. Después que me separé de mi señora, viví la vida loca. Compraba mis colonias Ralph Lauren y Paco Rabanne, y andaba con polos Lacoste. Bajaba a discotecas fichas como ‘The Piano’ y ‘Bizarro’ en Miraflores. Allí conocí a Delia, bella e indescifrable morocha. Pero, sobre todo, inteligente. Vivía por Miraflores y se vestía bien. Había estudiado en un buen colegio gracias a una tía, que murió justo cuando la iba a matricular en la Católica. Resignada, tuvo que trabajar de anfitriona en un restaurante de parrillas en Barranco, de donde la recogía a las dos de la madrugada, malhumorada porque todos los viejos se le mandaban’.

‘No sé por qué le gusté, sentí que me quería de verdad y me enamoré. Fue ella la que pulverizó el recuerdo de mi esposa. Una vez en el hotelito, me dijo: ‘Cásate conmigo por la iglesia, así mis padres no se opondrán a que viva contigo’. Yo estaba dispuesto a todo, pero lo que nunca supe es que ella sufría una especie de trastorno de la personalidad.

Así como me pidió casarnos, también podía ser fría y calculadora. Se desapareció sin decirme nada. A las semanas recibí el llamado de mi amigo ‘Kenet’, que me sacó la venda de los ojos: ‘Panchito, Delia se bota con un tío más feo que Felpudini, pero que pone whisky etiqueta azul para ella y sus amigos y amigas’. Después de semanas la logré ubicar. La arrinconé frente al depa que le estaba pagando el viejo ‘Felpu’. Ella me dijo asustada: ‘Panchito, vamos a un barcito, te invito unas cervezas’. Allí me habló claro con sus ojos clavados en los míos: ‘Te mentiría si te digo que no me enamoré de ti, pero estoy cansada de vivir en la miseria y contigo no sería feliz.

Pelearíamos a cada rato. El tío está loco por mí. Le voy a sacar mi título universitario. Me dará todo, hasta un depa. Pancho, no me juzgues. Si quieres, y te lo prometo, nos vamos a seguir viendo y hacer el amor...’. Golpeó mi orgullo y la mandé bien lejos’. Esa noche se metió una ‘bomba’ conmigo para olvidar las penas”. Pucha, ese sinvergüenza de Pancholón lo tiene bien merecido por mujeriego. Me voy, cuídense.

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