El fotógrafo Gary llegó al restaurante por sus lentejitas con arroz graneadito y una cojinova frita encima. “María, a inicios de los 90, cuando recién empezaba mi carrera laboraba en un diario que ahora yace en el ‘cementerio de papel’. Quedaba en la avenida Javier Prado, en San Isidro, en una bella casona. No había ascensores, solo dos pisos. En la sala se encontraba la redacción de locales, policiales y la mesa de edición. 

En el segundo piso se hallaban los suplementos, los dibujantes, la sección internacional y producción. Recuerdo que el inmenso y rubio director llegaba con dos perros finos que cuidaba un guardaespaldas tristemente célebre: era ‘Gavilán’ Cortez, un antiguo presidiario de la banda de ‘Tatán’, el célebre ladrón que murió asesinado por la ‘China Peralta’ en el ‘Panóptico’. ‘Gavilán’, chiquillo, juró vengar a su jefe. Se hizo apresar para que lo llevaran a ‘El Frontón’, allí vengó a ‘Tatán’ y asesinó a la ‘China’. Pero por los años noventa ya estaba viejo y plantado. A veces acompañaba a algunos redactores jóvenes a comisiones en barrios peligrosos.

La redacción parecía Londres. Todo el mundo fumaba. El director mandaba a comprar a ‘Gavilán’ cartones de Marlboro y botellas de whisky. Cuando estaba de buen humor, pasaba por la redacción y te regalaba una cajetilla. El ‘gringo’ gritaba ¡¡Cigarrito!! y rapidito se aparecía el redactor estrella de política. La chapa se la puso el gran fotógrafo Carlos ‘Chino’ Domínguez. ‘Oye, ese pata es tan pero tan flaco que parece un cigarrito’. Y se quedó con el apodo. Era una de las redacciones más alegres y pendencieras en las que he trabajado. A veces parecía una cantina. Los periodistas escribían borrachos. 

Los tiempos han cambiado. Después he trabajado en varias redacciones y parecen hospitales. Si uno lanza una carcajada, todos paran de escribir para levantar la cabeza y detectar al ‘transgresor’. En ese tiempo uno ingresaba al diario a las nueve de la mañana y te quedabas hasta la madrugada. Disfrutábamos estar en el periódico y colaborar en la edición, junto a los bravos, el director, ‘Chino’ Domínguez y un buen jefe de Redacción como Miguel Rubio. Cigarrito me decía: Gary, invita a Diana y a Ruth al ‘Superba’, eran las más deseadas de la redacción. 

Un mediodía aceptaron ir al restaurante. Cigarrito pidió cau cau, olluquito, patitas de cerdo y hartas cervezas heladas. En el baño me dijo: ¡¡Esta noche campeono con Diana!! Pero no contó que en una mesa del restaurante de la avenida Petit Thouars con Javier Prado estaba Alfredo Bryce. El escritor de ‘Un mundo para Julius’ se quedó embobado con las jovencitas. ¡¡Hola, Alfredo, salud!!, le grité. Bryce se volvió loco. ‘Flaco, cuánto tiempo sin verte -mintió el astuto bigotón que nunca me había visto en su vida-, siéntate conmigo y trae a tus amiguitas’. Cigarrito, cuando salió del baño, no encontró a nadie. Ya estábamos en el bar del Country tomando pisco sours’”. Pucha, ese señor Cigarrito de espaldas parece chibolo, pero de frente da la impresión que tuviera mil años. Me voy. Cuídense.

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