El fotógrafo Gary llegó al restaurante por un estofado de cordero con yuca, arrocito blanco y ají molido. Para la sed, una chicha morada.

“María, llegó al restaurante mi amigo, el veterano periodista de política ‘Cigarrito’. ‘Gary, vengo de la selva y me encuentro con el gallinero alborotado por la detención de los asesores de ’. ‘Cigarrito’ vivió las épocas turbulentas de la política cuando cubrió las terribles elecciones presidenciales de 1990 y el ‘Chino’ Fujimori lo hizo ingresar a su búnker, en su casa de Monterrico, donde le hizo un ofrecimiento: ‘Señor ‘Cigarrito’, le propongo que trabaje para mí en mi equipo de asesores con los doctores Francisco Loayza y el doctor M’.

Loayza era el asesor en público, y como la revista Caretas había sacado la historia de la amistad del ‘Chino’ con Montesinos, un traidor a la patria, este era mantenido en la sombra. Por eso el ‘Doc’ estaba picón, pues quería más protagonismo. Yo me hice amigo de Francisco Loayza, que era un reputado sociólogo que luego fue apartado de muy mala manera por ‘Vladi’. ‘Pancho’ sacó un libro donde dio verdadera ‘carnecita’ de la mala entraña de Montesinos.

Las historias me las contó tomando unos pisquitos en el Queirolo de Pueblo Libre. ‘Montesinos -me dijo Loayza- demostró su calaña de rata, al igual que Fujimori, pues por algo eran ‘siameses’, la noche siguiente del anuncio del triunfo del ‘Chino’ en segunda vuelta, derrotando a Vargas Llosa. Máximo San Román y los evangelistas que habían sido sus aliados y habían financiado su campaña, le organizaron una cena en el chifa del edificio El Dorado. Solo estábamos invitados un grupo reducido de colaboradores y Montesinos expresamente estaba vetado por su pasado. Sin embargo, no podía estar ausente en ese magno evento y se las ingenió para hacer sentir su presencia.

Le pagó cien dólares al mozo principal de la mesa para que le entregara una notita al electo presidente. En ella se leía: ‘Presidente, no pruebe la comida, el cocinero es un enemigo y le va a envenenar el kam-lu y el chaufa, sus platos favoritos. No coma ni beba nada’. Efectivamente -sostuvo Loayza- el ‘Chino’ no comió ni bebió ni una gota de agua o vino, pero no le dijo nada a su esposa Susana Higuchi. Otra anécdota siniestra del ‘Doc’, que cuenta Loayza en su libro, es sobre la muerte de su padre.

‘Una vez, cuando Montesinos ya había ganado poder -sostiene Loayza-, pero todavía no pretendía eliminar a otros asesores, me dijo: ‘Francisco, acompáñame al Centro’. Enrumbamos en un auto oficial y aparcamos en el Congreso. ‘Salgamos, vamos a caminar’. Me llevó por el jirón Junín en Barrios Altos, por edificios y solares ruinosos. Paró en el peor de todos y subió por las endebles escaleras hasta un cuarto medio oscuro. Sacó su encendedor e iluminó a alguien que estaba echado en una cama.

El cuarto olía a putrefacción. Se acercó y alumbró el rostro de un harapiento que estaba muerto al lado de varias botellas de trago. ‘Mira a esta basura, este es mi padre’. Esa anécdota la escribió en su libro ‘Montesinos, el rostro oscuro del poder en el Perú: Vida, poder y ocaso’”. Pucha, qué tal historia del señor Cigarrito. Me voy, cuídense.

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