El fotógrafo Gary llegó al restaurante por un rico seco de res con frijoles, arroz blanco, rocotito molido y una jarra de agüita de piña calientita.

“María, vino a buscarme al diario el veterano periodista de Política, ‘Cigarrito’. Como siempre, se apareció desafiante y se prendió un cigarrillo en la portería, por lo que el vigilante lo mandó a fumar a la calle. ‘Gary, hermanito, añoro los tiempos en los que en la redacción los periodistas fumaban todo el día, mientras escribían sus notas. Después, el inmenso y rubio director, a aquellos que le traían las ‘pepas’, les regalaba su cajetilla roja de Marlboro y compraba whisky. Ahora aquí hay menos ruido que en una sala de cuidados intensivos de un hospital. Si resucitara mi tío Cristian Vallejo y se mandara una de sus carcajadas, a algunos les daría un infarto... Cigarrito no se acostumbra a las nuevas redacciones.

‘Gary, antes cerrábamos edición a las dos de la madrugada y de allí nos íbamos a ‘Las Pancitas’, en Quilca, a comer y tomar cervezas hasta el amanecer, o sino enrumbábamos al ‘Crazy’ de La Marina, donde nos atendía el mozo gordito, el popular ‘Gigi’, que, me cuentan, ya falleció’. Mi amigo no se da cuenta de que hoy los cierres se adelantan porque tenemos una elevada circulación, el tiraje es más largo en la planta, y las empresas periodísticas ya no cuentan con un solo diario, sino otros más, y cada uno maneja un turno. Ahora, cuando hay encartes se debe cerrar a las nueve de la noche.

Pero mi amigo me vino con una noticia. ‘Gary, ¿te acuerdas de Pamela, la redactora más deseada de todo el diario?’. ¡Cómo no me voy a acordar, amigo, era una reina de belleza. ‘Si, y tú sabes que el director nos mandaba a comprar todas las noches pollo a la brasa en el ‘Dallas’ de San Isidro, en ese entonces, la mejor pollería. Llegábamos y el dueño nos ponía alfombra roja’. ‘Adelante, muchachos, mientras preparan su pedido -eran como veinte pollos- sírvanse dos ofertas de medio pollo. Señorita Pamela, ¿dos jarritas de cerveza?’.

El tío sabía que a Pame le gustaba su traguito, se ponía colorada. Un día se ‘picó’ y pidió más jarras y en la redacción todos estaban que se jalaban las tripas del hambre. Lo bueno es que no existían los celulares y no te podían chequear. Pero quien estaba como loco era su enamorado, que también trabajaba en el diario como gerente. Esa noche nos besamos en el Dallas, pero a Pamela su enamorado le hizo un papelón. Después de esa noche, Pamela me mandaba recaditos con el ‘Tío Filo’, el negro que fungía de portero y era guardaespaldas del director. ‘Flaco, la Pame te espera en el parque Matamula, dice que tú sabes en qué árbol, ja, ja, ja’. El zambo era una tumba. Había sido un choro bravo del Callao, de la banda del negro ‘Candela’. ‘Gary -me dijo Cigarrito-, recordar a Pamela me ha dado sed, me dicen que ya cobraste tus utilidades, ponte un escabechito de bonito y unas chelitas en el Queirolo de Quilca. Tengo más anécdotas que contarte de mi paso ‘por tantas redacciones’”. Pucha dicen que el señor Cigarrito fue un gran periodista de Política, lástima que no guardó pan para mayo. Me voy, cuídense.

 

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