Por: Miguel Ramírez 

El año 2001, cuando trabajábamos en la Unidad de Investigación del diario El Comercio, el periodista Enrique Flor -quien hoy brilla en El Nuevo Herald de Miami- publicó una sensacional investigación del almirante Américo Ibárcena, quien la semana pasada volvió a hacer noticia. La Fiscalía anunció que le incautarán ¡4 millones de dólares! que tenía escondidos en cuentas en Suiza. Ibárcena era uno de los engreídos de , quien lo nombró comandante general de la Marina de Guerra del Perú, pese a que no le correspondía. El marino se hizo millonario de la noche a la mañana. 

Cuando cayó el régimen fujimorista y Américo Ibárcena fue descubierto por las autoridades, quiso justificar su millonaria fortuna con un argumento verdaderamente delirante: dijo que todo se debía a la buena suerte de su esposa, quien había ganado miles de dólares en un casino de Miraflores.

Se trataba de un cuentazo. Los primeros indicios de la opulencia de Américo Ibárcena, incompatibles con el sueldo que ganaba, empezaron a ser investigados por Flor en 1999. El periodista descubrió que el oficial de la Marina de Guerra del Perú había adquirido todo un cerro en Los Olivos y lujosos departamentos en el balneario de Santa María, a nombre de sus hijos y otros familiares.

La primera pista de que el almirante Américo Ibárcena manejaba cuentas bancarias en paraísos fiscales la dio un caballo pura sangre irlandés, que el marino había adquirido sigilosamente. El reportero comprobó que se encontraba oculto en una caballeriza próxima a los Pantanos de Villa.

El reportaje documentó que el caballo había sido subvaluado. En los registros de importación, se consignó que había costado la irrisoria suma de 1,000 dólares. Tras la publicación, las autoridades aduaneras iniciaron una investigación a Américo Ibárcena. Sería el inicio del fin del marino.

Pero la sospecha de fondo, la existencia de jugosas cuentas bancarias de Américo Ibárcena, aún no quedaba esclarecida. La Procuraduría Anticorrupción, que entonces lideraba José Ugaz, se interesó en localizar y, posteriormente, repatriar el dinero presuntamente robado al erario nacional.

Lo mejor aparecería el año 2001. Flor accedió a las herméticas declaraciones juradas de Américo Ibárcena, en las que se pintaba como un hombre con suerte. Declaró, por ejemplo, que en 1998 su esposa ganó 64,500 dólares en un casino miraflorino, con lo cual pretendió justificar el origen de su fortuna.

Cuando las autoridades fueron al centro de juegos a verificar su declaración, los funcionarios, luego de verificar sus archivos, negaron la versión de Américo Ibárcena.

Otra supuesta fuente de ingresos del alto oficial de la Marina de Guerra -según su propia declaración jurada- era el alquiler de apartamentos en Miraflores. Pero los inquilinos eran nada menos que sus hijos, quienes no reportaban mayor actividad laboral ni financiera. Cuando Flor intentó entrevistarlo sobre sus fuentes de ingresos, el marino siempre le rehuyó. Sus fornidos guardaespaldas le cortaban el paso. Américo Ibárcena siempre rechazó hablar del tema.

La investigación de Flor y los procuradores de ese entonces fue notable. Nos vemos el otro martes.

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